Privacy is dead, and social media hold the smoking gun”
Pete Cashmore, CEO de Mashable
Cerramos la puerta cuando vamos al baño, pero lo publicamos en Facebook. Dime cuantos desconocidos saben el color de las baldosas de tu cocina, qué has desayunado hoy o si tu pijama es de rayas o de topos. “No son desconocidos, son followers”.
Hemos estandarizado la libre publicación de nuestra intimidad hasta el límite de poderla llamar extermidad. Renunciamos a nuestro derecho fundamental de privacidad por unos pocos likes. Y como si de una droga legalizada se tratase, la consumimos a todas horas, en casa, en la oficina, en el metro.
Hemos ensanchado nuestro círculo de confianza, nos mostramos y exponemos en 140 caracteres (que hasta estos se han ensanchado para poder exhibirnos más si cabe), nos destapamos al mundo tal y como somos queremos que nos vean, y por si fuera poco se nos permite opinar.
Vivimos en una sociedad donde la información está en nuestro bolsillo en formato 5,5” y no dudamos en reproducirla, distribuirla y manipularla a nuestro antojo, pero como dijo Hobbes “la información es poder”. Poder de conocimiento, de actuación, de respuesta. Poder saber qué se ha hecho para hacerlo mejor. Poder de entretener, de someter mentes que arrastran cuerpos, de enmascarar y desenmascarar la verdad. Y a veces no somos conscientes de lo que puede hacer lo que compartimos, cómo puede repercutir en los demás o en nosotros mismos. Porque la información es poder para hacer el bien o el mal, y ya se sabe, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”