Actualmente y como consecuencia de la crisis, nos encontramos frente a una
situación completamente incongruente.
Las instituciones públicas han sufrido un proceso de descapitalización y a
día de hoy todo el dinero que entre en sus arcas va destinado a dirimir las
deudas heredadas por los tiempos de bonanza más que a invertir en nuevas
empresas.
¿Delante de esta situación, cómo deben actuar Ayuntamientos, Diputaciones o
Gobiernos? Para muchos, lo público debe apartarse para que las empresas
privadas sean a partir de ahora el motor del desarrollo económico. Sin
embargo, son pocos, pues la mayoría aún -pese a los escándalos de corrupción-
siguen creyendo en el ámbito público como gestor primordial de la economía y
de la sociedad. No en vano, las instituciones -bien o mal- son la
representación escogida por la ciudadanía y las garantes del poder popular.
Nos encontramos pues con una situación extraña: queremos que las
instituciones (reflejo ciudadano) dirijan la recuperación económica pero
éstas no tienen ni un céntimo de euro para invertir en proyectos de verdadera
innovación. Aquí es donde se produce el verdadero caos y donde aquellos
amantes de lo privado sacan sus mejores galas a relucir. "Que la política se
aparte, ha llegado la hora de las empresas, ¡viva el darwinismo empresarial!"
Sin duda esta frase que podría haber dicho cualquier neoliberal, parece ser
bastante lógica.
Sin embargo sin política, estamos totalmente perdidos. ¿Qué papel debe
adoptar ese saber tan antiguo iniciado por los griegos? La verdadera política
debe recuperar su esencia primera y dejar de ser una empresa privada más con
ánimo de réditos. Se acabó la era de la inversión pública asumida como una
inversión económica más. Dedicarse a gobernar, es decir a gestionar, a
legislar y a arbitrar es lo que debe ser la política actualmente. Más cuando
nos encontramos en un momento en el cual las nuevas empresas, gracias a las
NNTT tienen mucha capacidad de maniobra.