Está claro que el mundo de la propiedad intelectual está tomando un cariz un tanto extraño en el que se suceden las propuestas y en el que encontrar la fórmula de contentar a las diversas partes enfrentadas es sin duda el objetivo primordial. Mientras unos abogan por la privatización total de los contenidos culturales para de ese modo poder ejercer el control sobre esta industria, otros consideran que la mejor de las fórmulas es la de la libertad de circulación de contenidos a través de la red. Sin duda son pocos los que consideran posiciones intermedias.
Éste es el caso de Peter Sunde, un activista noruego-finlandés, conocido por el litigio judicial que tuvo con las más importantes discográficas del mundo y del que salió derrotado y obligado a pagar 3,3 millones de euros en concepto de indemnización y pasar un año en la cárcel.
Sunde creó junto con otros activistas de la orbita escandinava, TPB, una página con más de tres millones de usuarios únicos al día que sirve de plataforma para intercambiar contenidos.
Ahora el mismo personaje prueba de desarrollar un programa para hacer efectivo el intercambio de música y para que las descargas retribuían beneficios a los verdaderos creadores del arte. Se trata de un sistema en el que el usuario vota por aquellos grupos o banda que escucha y en los que invierte de forma directa con un micropago.
Parece una idea descabellada pero ¿acaso no lo parecían las redes sociales?