Estamos acostumbrados a leer y escuchar noticias sobre sofisticados robos de datos personales como los relacionados con las tarjetas de crédito, empleando técnicas de hacking por parte de cibercriminales, que distan mucho del chapucero -pero muchas veces efectivo- trabajo del carterista, por muy profesional que este sea, y que puede ser considerado como un “trabajo artesanal”. No obstante, un ciudadano japonés ha conseguido un término medio.
Yusuke Taniguchi tiene una memoria privilegiada para retener datos, de esas que llaman “fotográfica”. Pero su trabajo como cajero en una tienda de Tokio lo puso en contacto con las tarjetas de crédito, y ahí surgió la tentación: memorizar los datos de estas (número, nombre del cliente, y código de seguridad, así como el PIN que miraba cuando el cliente lo introducía en el lector) para después, ya en su casa, apuntarlos en una libreta y utilizarlos en beneficio propio.
Taniguchi compraba en tiendas online de fuera de Japón, pero sólo para después llevar los objetos adquiridos a una tienda de empeños. Es decir, que no utilizaba lo comprado, si no que lo convertía en dinero, un dinero con el que pagaba el alquiler de su apartamento y otros gastos menores.
Pero, pese a parecer un buen plan, la ejecución del nipón adolecía de un error de libro: los paquetes llegaban directamente a su casa. La pista utilizada por la policía japonesa fue la adquisición de unas maletas de lujo por valor de 270.000 yenes (unos 2.500 dólares). Más fácil para encontrar al ladrón no lo podían tener...
Hasta ese momento, se calcula que Taniguchi habría podido estafar a unas 1.300 personas. Los agentes que lo detuvieron encontraron decenas de libretas con datos que habían caído en sus manos.
Este caso, aunque único, deja en evidencia la creencia de muchas personas de que, todavía hoy, el pago con una tarjeta de crédito física (eso es, con el ‘plástico’ en la mano) es más seguro que pagar con el teléfono.
Obviamente, ambos métodos de pago tienen sus ventajas y sus riesgos de seguridad pero, por lo menos, en el caso del teléfono no hay números y fechas de vencimiento a memorizar.
No obstante, destacar nuevamente que este se trata de un caso único o, por lo menos, muy poco común, así que de ahora en adelante no debemos tener miedo que el camarero o vendedor que nos atiende se memorice nuestros datos y los apunte a posteriori para utilizarlos en beneficio propio.
También es cierto que debemos tener cuidado con utilizar nuestra tarjeta directamente en el lector, y no darla a la persona que nos está cobrando para que se la lleva a otro lugar para utilizarla, ya que podría apuntarse sus datos, o incluso duplicarla.