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Biohackers: llevando el cuerpo un paso más allá

Escrito por Guillem Alsina el 03/03/2020 a las 20:33:41
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Para algunos, la última frontera se encuentra en el espacio, para otros en el fondo del mar, y para un tercer grupo en el propio cuerpo. Estos últimos son los biohackers.


Un reciente reportaje del rotativo South China Morning Post (SCMP) pone el foco sobre la creciente escena de biohackers en Rusia, aunque este es un movimiento global que llega a todos los rinconec del planeta Tierra.


Los biohackers buscan la modificación del cuerpo mediante la tecnología, pero también la química y, como su nombre indica, la biología. Desde ingerir preparados para aumentar su masa muscular hasta insertarse chips en el cuerpo, algunos biohackers son lo más parecido a un cyborg que podemos encontrarnos por las calles de nuestras ciudades.


En el artículo del SCMP se pone el ejemplo de un joven programador ruso que se ha hecho implantar un chip en una mano para, simplemente, abrir la puerta de su despacho o de su hogar.


En otros casos, el implante de chips se realiza para facilitar el acceso a los transportes públicos o bien para pagar compras, actuando a modo de tarjeta de crédito.


Otro grupo de personas persigue otra finalidad con el biohacking: son los clientes más ricos, que quieren prolongar su vida para poder disfrutar a lo largo de más tiempo de su fortuna, y poder hacerlo en buena forma física.


La cara oscura del biohacking


A lo largo de toda la historia, muchas personas autoerigidas en exploradores de lo ignoto, han puesto en riesgo sus vidas. Desde Roald Amundsen hasta Marie Curie, pasando por Alfred Wegener, no son pocos quienes han perdido la vida de una forma u otra luchando por ampliar el campo de conocimiento de la humanidad.


En el caso de los biohackers, también no pocos fuerzan la maquinaria corporal con sus inventos hasta límites más allá de lo que el sentido común recomendaría.


Es, por ejemplo, el caso de Josiah Zayner, quien en 2017 se autoinyectó (en una conferencia pública sobre biohacking que se estaba celebrando en San Francisco) un compuesto químico destinado a aumentarle la musculatura. Dicho compuesto contenía genes modificados que debían provocar una mutación en su metabolismo.


Pese a que a Zayner parece no haberle pasado nada malo, tampoco consiguió el objetivo que perseguía y, a día de hoy, si quiere ponerse en forma, debe pasar por el gimnasio. Tampoco es que este biohacker no tenga conocimientos en esta área, pues posee una sólida formación científica y había trabajado en la NASA.


Pero, paralelamente, el mismo Zayner ha impulsado una empresa (ODIN) que vende kits para que cualquier persona pueda llevar a cabo sus propias investigaciones en materia de edición y manipulación genética. ¿Qué pasaría si alguien con el mismo objetivo pero conocimientos notablemente inferiores, se inyectase una substancia de desarrollo propio?


Las posibles respuestas a esta pregunta son varias, y van desde nada, hasta la muerte del sujeto, pero entre ambas existe un un amplio abanico de posibilidades que pasan, incluso, por una combinación de factores que dé lugar a una mutación en una enfermedad. Mucha gracia, no es que haga.