Con más de 1.400 millones de ciudadanos, la República Popular China es considerado el mayor mercado mundial de Internet y, como tal, afronta retos. Retos que el prestigioso rotativo South China Morning Post desgrana y analiza en un informe de 138 páginas, analizando las principales acciones del gobierno del país asiático en lo que se refiere a la gobernanza de su tramo de red y a las empresas que tecnológicas que trabajan sobre él.
Recordemos que China es, oficialmente, un país comunista sujeto a una dictadura que deja poco margen -si es que tienen alguno- a los ciudadanos para actuar libremente en algunas áreas, y el intervencionismo estatal se ha hecho notar en el entorno tecnológico.
Es el caso de la minería de Bitcoin, prohibida oficialmente en el país desde 2018, pero que ha continuado siendo practicada de forma ilegal, hasta el punto que los bitcoins minados en el país representan el 46% de la producción mundial. Esta práctica requiere de tal cantidad de energía, que ya se ha establecido como la novena más contaminante en el top diez de China.
El gobierno de Pekín tiene el objetivo de llegar a su pico de emisiones en 2030, para ir descendiendo entonces hasta 2060, año en el que se prevé que sea neutral en emisiones de carbono. La minería de bitcoins representa una seria amenaza para este objetivo, ya que de seguir al ritmo al que avanza, en 2024 estará solamente detrás de las minas de carbón de Ordos (en la Mongolia Interior), y del hub de producción de acero de Handan (Shandong).
Finalmente, el Partido Comunista también recela de posibles alteraciones sociales que la especulación con la criptomoneda pueda conllevar.
Pero las criptomonedas no son la única derivada en el mundo de los negocios tecnológicos a la que teme el ejecutivo de Pekín: también las grandes corporaciones que, en su avance hacia el libre mercado, China (teóricamente un país todavía comunista) ha creado, generan desconfianza en el gobierno.
Es por ello que las autoridades han creado una regulación más severa para la salida a bolsa de las grandes empresas del país (lo que se conoce como IPO, u oferta pública inicial por sus siglas en inglés), que las ha obligado a recalcular sus respectivas expansiones internacionales.
De hecho, la persecución a los grandes conglomerados tecnológicos nacionales ya empezó el año pasado con la suspensión, a dos días vista, de la salida a bolsa del Grupo Ant, que debía lanzarse a los parquets de Hong Kong y Shanghái en una operación valorada en 39.000 millones de dólares. Parece que Jack Ma tuvo algún encontronazo con el partido al criticar la política económica de Xi Jinping.
Las compañías del sector fintech también han sufrido nuevas legislaciones que recortan sus libertades, así como la del gaming, una de las últimas en ser afectada, con una ley que limita el número de horas que los jóvenes pueden pasarse jugando en línea.
Peto el mercado chino todavía presenta oportunidades que, a la vez, se convierten en retos; la primera de ellas es una población que va envejeciendo, lo que provoca que los internautas séniors (de más de 60 años) hayan pasado de representar el 4% de la población total online, a ser un 11% en 2020. Además, también han entrado (aunque sea tarde) en el mundo tecnológico y en el online en mayor medida estos últimos años.
Así pues, los contenidos especializados para personas mayores, y la formación en el área tecnológica teniendo en cuenta el constituir una ayuda para que esta población pueda sacarle el mejor partido a las tecnologías, son oportunidades que se abren para las empresas chinas.
El empoderamiento de la mujer en China, que ha dado lugar al incremento de su poder adquisitivo, también se ha traducido en la creación de contenidos y productos orientados específicamente a las mujeres, que se abren paso como parte de negocios online.