Si bien las compañías se encuentran en un proceso de lucha por la supervivencia, los expertos coinciden en que todavía no hemos visto el escenario empresarial real generado por las consecuencias de la pandemia. Pero al igual que el agua retrocede antes de un tsunami, definitivamente podemos afirmar que se avecina una crisis económica que afectará a la ‘salud financiera’ y la continuidad de nuestras empresas.
“Muchas compañías están buscando una forma de protegerse para seguir trabajando con normalidad. Para ello se han apoyado en las herramientas que proporciona la ley que protegen tanto al negocio como a sus acreedores. La más conocida es el concurso de acreedores, que si se gestiona adecuadamente puede ayudar a muchas empresas a ser reflotadas”, explica Igor Ochoa, CEO de Dipcom Corporate.
En el ámbito empresarial la figura legal del concurso de acreedores genera bastante respeto e incluso rechazo, lo que hace que la mayoría de los empresarios traten de evitarla. De hecho, nueve de cada diez compañías españolas que se declaran en concurso de acreedores terminan en liquidación. Igor Ochoa señala que “a pesar de que esta figura está muy estigmatizada y tiene muy mala prensa, nunca deberíamos entenderlo como sinónimo de quiebra. De hecho, uno de los objetivos que fija la ley concursal es intentar por encima de todas las cosas que la empresa pueda continuar con su actividad y solamente liquidarla en casos excepcionales”.
Dipcom Corporate, consultoría especialista en la intervención ejecutiva en momentos de crisis, ofrecen tres consejos para gestionar un concurso de acreedores con las mayores garantías de éxito:
- El tiempo es oro: se debe reaccionar con rapidez. Uno de los principales errores que cometen los empresarios es solicitar demasiado tarde el concurso de acreedores. La mayoría prefieren engañarse a sí mismos antes de afrontar este proceso. El manejo de los tiempos es esencial. Las posibilidades de fracasar se incrementan mucho con el paso del tiempo. El proceso hay que abordarlo en su momento justo, cuando detectamos que la empresa está quedándose sin liquidez y no va a poder afrontar los compromisos de pago con sus acreedores. Es importante recordar que el administrador está obligado por ley a solicitar concurso de acreedores siempre que el negocio se encuentre en una situación de insolvencia actual o inminente, es decir, que prevea estarlo en un futuro próximo. El 75% del éxito del concurso depende de la agilidad en la toma de decisiones.
- El artículo 5 bis, nuestro mejor amigo en un concurso de acreedores. La ley concursal nos aporta soluciones alternativas al concurso de acreedores. Este es el caso del preconcurso, regulado en el artículo 5 bis, que permite a los empresarios ganar tiempo para poder negociar o refinanciar las deudas evitando declararse en concurso. Esta figura legal tiene bastantes ventajas respecto al concurso como la privacidad, ya que el empresario puede declararlo con carácter reservado, evitando así que sufra pérdida de credibilidad con sus clientes. El preconcurso además tiene muchos menos inconvenientes y es mucho más ágil, ya que la ley concursal exige que se resuelva en cuatro meses y, a diferencia del concurso, la sociedad no es intervenida por parte de ningún administrador concursal.
- Un equipo competente, clave del éxito. El proceso concursal hay que gestionarlo desde dos enfoques diferentes: el legal y el económico. En este sentido, para gestionar un proceso de crisis tendremos que aliarnos con un equipo de profesionales multidisciplinar que nos asista durante todo el concurso de acreedores. Cada empresa necesita un equipo que como mínimo disponga de un abogado concursal y un economista experto en gestión de crisis y reestructuraciones. Por un lado, la parte legal se encargará de representar y defender los derechos e intereses de la empresa durante el concurso de acreedores; mientras que el economista deberá encargarse de gestionar la reestructuración y de definir el plan de viabilidad de la empresa. No olvidemos que el objetivo principal es lograr el reflotamiento del negocio. Hay que buscar a los mejores profesionales, negociar con ellos la tarifa y exigirles que detallen el alcance de su trabajo y tiempo de dedicación.
En este escenario, Igor Ochoa, de Dipcom Corporate, destaca que “debemos de perder el miedo al proceso concursal. El éxito o el fracaso de este no depende de las estadísticas, sino de que lo afrontemos adecuadamente y es que hay vida después del concurso de acreedores”.