Primero fue la voz, y luego la imagen. Lo siguiente que podría ser transmitido a distancia es el tacto.
De acuerdo, ya se han hecho pruebas con los olores, pero nada que se haya introducido masivamente en el mercado. En cambio, los parches cutáneos desarrollados por un equipo de la Universidad Northwestern (Illinois, Estados Unidos) tienen mayores posibilidades, aunque por el momento todavía les falta pulirlos algo.
Y ¿en qué consisten y qué hacen dichos parches? Empecemos por responder a la última pregunta: superpuestos sobre la piel, transmiten una sensación de tacto mediante el ejercicio de presión en los lugares adecuados.
Ahora vamos a responder a la primera pregunta: consisten en una serie de capas, empezando por una de silicona, que es la que está en contacto directo con la piel, para darle una sensación de suavidad y comodidad. La siguiente contiene una serie de actuadores del tamaño de una moneda pequeña y, finalmente, tenemos una capa de circuitos integrados para el control y de antenas que permiten la transmisión inalámbrica de energía.
Al recibir las órdenes procedentes de un sistema informático que lo está controlando, los circuitos integrados ordenan a determinados actuadores que ejerzan presión, cosa que pueden hacer con una frecuencia de vibración de hasta 200 ciclos por segundo.
Esto da, a quien lleva puesto el parche, una sensación de que alguien lo está tocando. El sistema se controla desde un ordenador, lo que significa que puede controlarse también de forma remota, a través de Internet.
Para cargarse, esta ‘piel artificial’ utiliza carga inalámbrica, pudiendo ubicar la estación base bajo una mesa o detrás de una silla, de forma que queda integrada con el entorno y no molesta.
Aplicaciones más allá del ocio
Entre los primeros usos que se han pensado para este parche, encontramos los videojuegos; con un traje realizado íntegramente con esta tecnología (algo que todavía queda un poco lejos), sería posible que el jugador humano notara los impactos recibidos en el juego de una forma física, de manera que la experiencia sería todavía más inmersiva.
De la misma forma, también podemos utilizarla para transmitir emociones a través de la red: por ejemplo, imaginemos la escena de una videoconferencia en la cual una madre puede acariciar un periférico para transmitir esa caricia a su hijo, que se encuentra a miles de kilómetros de distancia.
A fin de cuentas, dotar de una dimensión más humana a las comunicaciones es algo que siempre deberíamos desear de la tecnología.