En la década de los noventa del siglo pasado, Suecia se preguntaba cómo afrontar la incipiente era de la información. El país, famoso ya hacía tiempo por su estado del bienestar, lanzó entonces un programa de financiación de la compra de ordenadores domésticos para las familias menos pudientes, que se extendió desde 1998 hasta 2001.
Fue en el marco de dicho programa que se vendieron en total, y a lo largo de los tres años, 850.000 ordenadores, extendiéndose su efecto a una cuarta parte de la población del país.
No fue la única medida adoptada por el gobierno del país nórdico para llevar a su ciudadanía a las puertas de la nueva era de la información, ya que la subvención de ordenadores vino acompañada de una fuerte inversión para dotar al país de conectividad a Internet.
A resultas de este plan, en 2005, la ratio de líneas de banda ancha en Suecia era de 28 por cada 100 habitantes, mientras que por ejemplo en los Estados Unidos era de 17 de cada 100. En este marco, no es de extrañar que startups ahora convertidas en grandes multinacionales como Spotify, o adquiridas por una de estas, como Skype (propiedad de Microsoft), hayan apostado por servicios enteramente online vía streaming o en tiempo real, ya que contaron con un mercado que estaba muy adelantado respecto a los demás en lo que respecta a conectividad.
Y el plan no fue flor de un día de finales de los noventa, si no que ha tenido continuidad en forma de otras acciones que ya preparan el futuro que está por venir: el plan estratégico que el gobierno sueco desveló en 2016 para dotar a todos los ciudadanos del país con acceso a banda ancha en 2025.
Así es el pasado de un país que cultivó su presente tecnológico según nos lo explican en este interesante y completo artículo de Reuters, en el que todos estos datos sirven para explicar por qué Suecia -y, especialmente, su capital Estocolmo- puede ser considerada como el Silicon Valley Europeo por su fertilidad en lo que respecta a startups.
Además de facilidades para que los nativos tengan acceso a la tecnología, la administración sueca también pone algunas trabas a quienes vienen de fuera: según admiten desde el mismo país, mientras que en Holanda han adoptado el inglés como lengua de la administración para facilitar que emprendedores de fuera se instalen en el país, en Suecia los trámites son largos, complicados y parece que difíciles para los no suecoparlantes.
Con esta base y políticas, y pese a que las inversiones que se despliegan en el país no son tan grandes como en mercados potentes de la talla de Reino Unido o Francia, el país tenga una cifra de 25 startups por cada millar de trabajadores, siendo la tercera con mayor volumen detrás de España y Turquía.
Además, sus startups son negocios que acostumbran a salir bien adelante, con tres cuartas partes de las empresas superando los primeros tres años de vida (según un estudio realizado por la OCDE en 2018), una meta y una cifra envidiables.
Es también el segundo país con más ‘unicornios’, es decir, empresas cuya valoración supera los mil millones de dólares: 0,8 por cada 100.000 habitantes (el Silicon Valley tiene una lógica superioridad con 1,4 unicornios por cada 100.000 habitantes).
Hasta un tercio del dinero recuperado por los inversores de startups del sector fintech en Europa procede de empresas suecas, y eso que precisamente si nos metemos en el terreno económico, los impuestos en el país no son precisamente bajos: hasta un 60% para la renta, e impuestos a las ganancias de capital de hasta el 30%.
De hecho, Spotify amenazó en 2016 con marcharse del país como queja por unos impuestos que consideraba excesivos, aunque al final no ha acabado abandonando el país. ¿Qué motiva esta fidelidad? Posiblemente una mezcla de percibir las ventajas de un ecosistema que, en menor o mayor medida se le cerraría, y de una dosis de patriotismo, ya que se puede tener el negocio en Suecia y extenderse por todo el mundo a través de delegaciones.
Pese a esto, Skype sí trasladó su sede corporativa a Luxemburgo.
La misma Reuters cita el ejemplo de Klarna, una fintech fundada en 2005 cuya valor estimado actualmente ronda los 46.000 millones de dólares, y que se está planteando salir a cotizar a la bolsa. Algunos analistas de mercado afirman que lo hará el año que viene en el prestigioso parquet de Nueva York.