La inteligencia artificial que permite la adición de filtros y mejoras en las fotografías que hacemos con nuestros smartphones permite, por ejemplo, desde añadir unos dibujos de orejas, narices y otros elementos de perro a la cara de una persona, hasta jugar con varias iluminaciones en una instantánea nocturna para obtener la mejor imagen posible. O para engaños muy elaborados.
Quien más, quien menos, todos hemos visto los deep fakes que circulan por la red, o hemos empleado alguna de esas apps que nos permiten sobreimpresionar nuestra cara (o la de quien sea) en personajes de películas famosas, o bien echar un vistazo a saber cómo puede ser que luzcamos en unos años, o si hubiéramos nacido del sexo contrario.
Souya no s?hi es una joven influencer de Twitter, red social en la cual postea fotos de su vida como aficionada a las motos de carretera (motera), enfundada en su mono y mostrando tanto la ‘burra’ que monta (disculpad el vulgarismo, pero algunos conocidos míos que son moteros, se refieren así a su motocicleta) como otras que se encontraba en el camino.
O, por lo menos, eso pensaban sus más de 25.000 seguidores, muchos de los cuales debían quedar perplejos cuando se enteraron a través del canal de noticias taiwanés Nownews que la influencer se trata, en realidad, de un influencer, y que tampoco es tan joven como afirmaba en su versión femenina, pués tiene 50 años.
La magia que ha permitido (y, cuidado, aún permite) el cambio de sexo y rejuvenecimiento como si fuera el pack “todo en uno” de un balneario, es simplemente un filtro de una app de fotografía bien empleado.
Quien ha estado tras el engaño aduce que todo el mundo prefiere ver a la joven agraciada que al no tan agraciado maduro.
A decir verdad, por las redes ya habían circulado rumores sobre la posibilidad del engaño. Y es que algunos usuarios avispados notaron irregularidades en las sombras de las fotos, aunque hay dos detalles flagrantes que parecen haber acabado sembrando tales dudas que han forzado al aludido a dar a conocer su engaño: un reflejo en un retrovisor, y una foto sin guantes de motorista (que ‘el/ella llevaba habitualmente) y que hacían contrastar la imagen de una joven de piel tersa con una piel más arrugada en la que se notaba el paso de los años en las extremidades.