La pandemia de COVID-19 acaecida en 2020 supuso un notable impulso y aceleración a la adopción del teletrabajo, aunque, todo hay que decirlo, forzado por las circunstancias. Y, de aquellos días, nos queda actualmente una situación que multiplica por cinco la tasa de teletrabajo anterior a la pandemia, según este artículo firmado por Nicholas Bloom, profesor de economía en la Universidad de Stanford, y publicado por el Fondo Monetario Internacional.
Según Bloom, quien echa mano de diversos estudios y estadísticas para desarrollar sus argumentos, el impacto macroeconómico del teletrabajo, ya sea en su modalidad pura (100% del trabajo fuera de la oficina) o híbrida (combinando unos días de presencialidad y otros de teletrabajo), puede ser muy positivo, sobre todo por su capacidad para ampliar el mercado laboral.
Esto quiere decir que, por ejemplo, una empresa cuyas oficinas se encuentran en Barcelona, optaba hace tiempo a los mejores trabajadores que pudiera encontrar en la ciudad, o con cierta facilidad para desplazarse a su sede, mientras que el trabajo híbrido (recordemos, todavía con algunos días presenciales) le permite optar a trabajadores de una región más amplia, y el trabajo completamente en remoto amplía su radio de captación de talento a todo el mundo.
No es lo único en lo que ofrece mejoras el trabajo remoto; el hecho de evitarle desplazamientos y facilitar un horario flexible al trabajador, le permite a este mejorar diversos aspectos de su conciliación familiar. De hecho, diversos estudios indican que los desplazamientos diarios, especialmente de aquellos trabajadores que viven lejos de su centro de trabajo, constituyen uno de los factores más odiados por los encuestados.
A la par, el evitar desplazamientos redunda en un ahorro económico, que se traduce en gasto en otras áreas. Suprimir desplazamientos contribuye a fluidificar el tráfico rodado, optimizar la carga de los transportes públicos, e incluso tiene el potencial de bajar el precio de la vivienda.
Esto último, Bloom lo justifica con la reducción del espacio de oficinas, que afecta especialmente a los centros de las grandes ciudades estadounidenses. No obstante, el economista no tiene en cuenta fenómenos como los pisos turísticos, que en ciudades europeas como Barcelona o Lisboa ha hecho estragos en lo que respecta al poder adquisitivo de los locales para poder encontrar vivienda en las zonas céntricas, lo cual, a su vez, ha provocado el fenómeno de la gentrificación (centrifugado de residentes locales desde las zonas céntricas hacia la periferia o ciudades dormitorio en las cercanías de las grandes urbes).
También cita que la reducción de la contaminación, gracias a la disminución del tráfico, tiene un impacto directo en la salud cognitiva y el bienestar general, lo que también puede redundar en una mejora de la productividad.
La práctica del teletrabajo también puede incrementar la integración de las personas con discapacidades en las plantillas profesionales de las empresas, ya que les permite evitar largos desplazamientos y adaptar mejor sus espacios laborales, de uso estrictamente personal. Así mismo, la participación laboral de las mujeres ha crecido un 2% más rápido que la de los hombres, impulsada en parte por la capacidad que brinda el trabajo para conjugar las responsabilidades profesionales con las de la crianza.
A largo plazo, esta tendencia podría contribuir también a incrementar las tasas de fertilidad, especialmente en regiones como el este de Asia, donde las largas jornadas laborales y los desplazamientos han reducido drásticamente los nacimientos.
Si bien ya se ha hablado sobre la afectación negativa que el teletrabajo produce a los comercios de los centros de las ciudades al vaciarlo de muchos de los profesionales que ha venido acogiendo y que ahora trabajan desde sus hogares, parece -como apunta el artículo al que me refiero- que dicha actividad comercial sólo se está centrifugando a los barrios periféricos donde residen los profesionales.
Finalmente, el incremento del teletrabajo da lugar también a una retroalimentación positiva a las tecnologías que lo permiten; en los últimos años se ha producido un incremento de las patentes relacionadas con algún aspecto técnico del teletrabajo, como cámaras para ordenadores, o videollamadas.
Si bien los estudios más recientes concernientes al ámbito de la productividad, apuntan a una pérdida de esta que se remonta a la década de los 50 del siglo pasado, las ventajas que hemos citado del trabajo remoto, puede revertir la situación, más si se ayuda de la Inteligencia Artificial para incrementar la productividad.
Todo ello debería revertir en beneficios tanto para la empresa, como para el trabajador, aunque ya sabemos que, como sociedad, deberíamos vigilar que este último punto se cumpla, empezando por los gobiernos de turno.