Cuando escuchamos las palabras ‘vehículo eléctrico’, tendemos a asociarlas con los coches, y casi nunca con los camiones. Pero compañías como Tesla no olvidan a los vehículos más grandes de nuestras carreteras y autopistas, y pese a que su proyecto no se ha materializado todavía (ninguno, de hecho), el futuro parece apuntar en dicha dirección.
La electrificación de las flotas de camiones no es algo fácil, debido sobretodo a que podemos considerar que la tecnología todavía se encuentra en una fase de desarrollo temprana y, por lo tanto, no es capaz de ofrecer el rendimiento que necesitan los camiones, no tanto como los motores convencionales.
Pero, por otro lado, por algo hay que comenzar. Y este algo pueden ser las flotas regionales.
La ventaja de la distancia
Parecerá una perogrullada, pero esta facilidad de adopción responde a una inferior distancia a recorrer. Y aunque parece algo lógico, ha sido necesario todo un estudio por parte del NACFE (North American Council for Freight Efficiency) estadounidense, y el Rocky Mountain Institute (RMI) junto a la industria de los camiones, para llegar a dicha conclusión.
El RMI es una institución dedicada a la transformación de las formas de energía que utilizamos para que sea límpias, disminuyendo nuestro impronta de carbón, mientras que la misión del NACFE es la de facilitar la adopción de tecnologías limpias por parte de los transportistas norteamericanos.
Al recorrer menores distancias y volver a sus bases con mayor frecuencia, pueden ser recargados sin tener que ofrecer una gran autonomía, al contrario de lo que pasa con los camiones que realizan trayectos interestatales.
Estados Unidos es un país con una gran tradición de transportes por carretera, por lo que dispone de una flota considerable que sería interesante poder convertir a energías limpias y renovables.
A partir de aquí, NACFE y RMI seguirán trabajando para identificar oportunidades específicas y problemas a superar, actuando en cuatro ejes: identificación de flotas regionales concretas con un alto potencial y que estén abiertas al cambio, ofrecer soporte para los primeros despliegues, escalar las mejores prácticas en desarrollo de infraestructura para flotas y comunidades, y finalmente mejorar la confianza en el valor de la electrificación.