Quienes trabajamos con gran cantidad de texto en casi cada jornada laboral -y servidor se encuentra entre uno de estos-, sabemos sobradamente que un teclado virtual puede ser muy flexible para acomodarse a las necesidades idiomáticas e incluso de una aplicación concreta, pero se hace incómodo a la larga, mientras que un teclado físico ofrece de comodidad lo que le falta de flexibilidad para adaptarse a los requisitos de trabajos en idiomas distintos, aunque se pueda hacer alguna ‘trampa’ con el mapeo.
Flux, un nuevo tipo de teclado que ha nacido, como tantos otros gadgets, fruto de una campaña de crowdfunding (en este caso en la plataforma Kickstarter), promete la reinvención del teclado, a la altura de los que el siglo XXI demanda, y combinando la flexibilidad del teclado virtual, con la comodidad del teclado físico.
La simplicidad de la idea que lo sustenta es tal que da vértigo pensar como a nadie -ni siquiera a una mismo- se le haya ocurrido antes: sobre una base que contiene una pantalla (en este caso, de tipo IPS con resolución Full HD), se monta un teclado mecánico transparente, de forma que el mapa de teclado se plasma en la pantalla y, por lo tanto, podemos cambiarlo fácilmente, pero las pulsaciones se producen en la más confortable superficie física.
Mediante software, no solamente podemos cambiar el mapa de teclado para poder trabajar en un idioma concreto, sinó que podemos adaptarlo a las necesidades de determinadas aplicaciones.
Por ejemplo, en el caso de un software de edición de imágenes, podemos mapear diferentes atajos (shortcuts) en teclas, ya que no las utilizamos para escribir texto y, así, podemos ir más rápidos al realizar acciones repetitivas durante nuestro trabajo.
Otro ejemplo que podemos citar son las aplicaciones de streaming de vídeo, en las cuales podemos mapear teclas o combinaciones de teclas para ‘pinchar’ cámaras, o poner rótulos en pantalla.
Probablemente, la funcionalidad más simple que le podemos dar es la de alternar entre máquinas Windows, macOS y ChromeOS, reconfigurando su apariencia y funcionalidad de forma transparente, de manera que no nos veamos obligados a recordar los cambios de teclas que se producen entre uno y otro sistema con un mismo teclado físico.
Y, todo ello, manipulando tantos aspectos de la presentación del teclado como queramos, como es la asignación de colores a las teclas, o bien la impresión de una imagen o vídeo de fondo al conjunto del teclado, gracias a las infinitas posibilidades que nos ofrece la pantalla integrada. También, e igualmente, podemos rotular las teclas a conveniencia, creándonos al fin, mapas de teclado personalizados acorde a nuestras necesidades específicas, y que podemos ir cambiando de forma dinámica a medida que los necesitemos.
Pero todo este despliegue técnico que nos otorga flexibilidad y comodidad combinadas llega a un precio nada menospreciable: con descuento incluido, la opción más barata para hacerse con el Flux en la campaña de micromecenazgo, es de 525 dólares australianos, unos 317 euros en el momento de escribir estas líneas. Y esto incluye un descuento de 100 dólares australianos sobre el precio final...
Este elevado precio tiene una rápida explicación si nos fijamos en la tecnología que sustenta toda la parte mecánica del invento, puesto que las teclas trabajan ‘suspendidas’ mediante levitación magnética sobre la pantalla gracias a dos pares de imanes que actúan como los muelles de un teclado mecánico. La posición de cada una de estas teclas se lee mediante sensores de efecto Hall, que proporcionan una gran precisión.
Además, la parte superior del teclado se puede configurar con una serie de módulos que pueden proporcionar funcionalidades de aplicación como, por ejemplo, mostrar la previsión meteorológica u otros datos del sistema, o funcionalidades físicas, como una rueda de dial para ajustar valores como el volumen del sonido.