Y, como tal, como primera vez, han explicado el logro desde el ejército norteamericano a medios de comunicación como la CNN, aunque conociendo todo el secretismo que rodea a los desarrollos militares de las grandes potencias, es posible que tanto en los Estados Unidos como en China o Rusia por citar los países con mayor probabilidad de desarrollar esta tecnología, se hayan realizado vuelos de este tipo de los que el público todavía no sepa nada.
La cuestión es, pues, que hasta el momento, el vuelo de un avión espía U-2 del pasado martes día 15 de diciembre, es el primero del que se tiene constancia que una inteligencia artificial haya sido parte integral de su operativa.
La ‘misión’ no fue tal, sino un ejercicio simulado que representaba una misión de reconocimiento durante un ataque con misiles.
Compartiendo el avión con un piloto humano que se encargó de dirigir la nave y estar atento a las posibles amenazas por parte de aviones hostiles, el rol de la inteligencia artificial, bautizada como ARTUµ fue el de localizar lanzadores enemigos de misiles, utilizando para ello los sensores instalados en la aeronave, y compartiendo con el piloto humano el uso del radar.
En unos campos de batalla que son cada vez más exigentes, estresantes, y en los que la acción es cada vez más rápida y requiere mayor atención y capacidad de reacción, la inteligencia artificial se postula como el aliado ya no solamente necesario del soldado, sino indispensable, tal y como hemos explicado aquí o aquí.
La finalidad última de la IA es la de conseguir vehículos de combate autónomos para, de esta forma, no tener que arriesgar las vidas de los soldados en el campo de batalla o, por lo menos, no de la forma en la que se arriesgan a día de hoy, ya que no hay guerras ‘limpias’, en todas mueren personas.
El U-2, apodado Dragon Lady es un avión de reconocimiento a gran altura diseñado y producido por Lockheed con el objetivo de sobrevolar la Unión Soviética a gran altura para fotografiar sus instalaciones y fábricas militares.
Concebido en la década de los 50, el U-2 estaba pensado para esquivar misiles y aviones enemigos gracias a su cota de vuelo y a su velocidad, hasta que en 1960 sucedió lo impensable: el ejército soviético derribó el U-2 pilotado por Francis Gary Powers, en uno de los episodios más conocidos de la guerra fría.
Desde entonces, el U-2 ha seguido en servicio, interviniendo en conflictos como la Guerra del Golfo, o la invasión a Afganistán, con una última generación de aparatos modernizados en 2012. La introducción de IA en el aparato podría permitir alargar su vida operativa.