Durante siglos, los seres humanos hemos envidiado la capacidad de volar de las aves, y hemos intentado imitarla con cierto éxito en el siglo XX gracias a ingenios mecánicos. Los drones de pequeño tamaño, pese a no llevar pasajeros, nos permiten hacernos la ilusión del propio vuelo, además de poder desempeñar con ellos tareas prácticas y, ahora, el estudio de las aves puede permitirnos mejorar dichos ingenios.
Así lo explica la publicación online Live Science, que da cuenta de un equipo de científicos que está adquiriendo aves disecadas de taxidermistas para dotarlas de un motor y hacer que vuelen para estudiarlas.
El primer hallazgo importante es que los huesos de las aves tienen un rol muy importante en su sostenibilidad en el aire y en la forma en que se mueven para volar hacia adelante o mantenerse en posición geoestacionaria. El mismo equipo de investigadores, que lleva trabajando en esta área desde 2011, también ha podido constatar que los materiales artificiales con los que están construidos los drones, no son tan eficientes cómo los huesos de las aves.
El estudio busca revelar cómo los pájaros ahorran energía al volar, lo que puede llevar, a su vez, a ahorros energéticos tanto en los drones, como en los aviones del futuro que cuenten con un diseño basado en el conocimiento extrapolado de estas investigaciones.
Gracias a estas, los científicos están realizando “ingeniería inversa” sobre las alas de las aves para ver si les es posible recrearlas con técnicas industriales y materiales artificiales, lo que también puede acabar conllevando el desarrollo de nuevos tipos de materiales.
Pero no solamente se queda aquí la investigación; desarrollar drones a partir de pájaros reales perfectamente conservados, también puede permitir dotar a los ornitólogos y otros científicos que estudian la fauna, de una herramienta perfectamente camuflada para monitorizar el comportamiento de los animales objeto de estudio.
Esos nuevos drones desarrollados a partir de pájaros disecados sufren todavía de varias limitaciones, como su autonomía, de unos 20 minutos en vuelo, cosa que ha llevado a su equipo de desarrolladores a probarlos solamente en jaulas en el laboratorio, y alrededor del campus en el que trabajan en el Instituto de Minería y Tecnología de Nuevo México.