En un mundo cada vez más interconectado en todos los aspectos, las crisis en un país tan lejano (visto desde aquí) cómo es Kazajistán acaban afectando a uno u otro aspecto a escala global. En este caso concreto a las criptodivisas.
Así, por ejemplo, y desde el 2 de enero, el Bitcoin ha acelerado una curva de decrecimiento que ya venía experimentando desde hacía algunas semanas, con repuntes momentáneos. Hasta el 8 de enero, la popular criptodivisa perdía 5.000 dólares por Bitcoin, bajando de los 40.000 dólares para quedarse, en el momento de escribir estas líneas, en poco más de 37.000 dólares por cada Bitcoin.
De la misma forma, la cotización del Ethereum experimenta una brusca caída a partir del 5 de enero, tres días después de que empezaran las protestas y los disturbios en el país.
Pero ¿cuál es el motivo de esta relación entre la situación vivida en el país centroasiático y la caída en la cotización de las criptodivisas? Para entenderla, debemos remontarnos a 2019 e irnos hasta China.
En el gigantesco país asiático se prohibieron primero las operaciones financieras con criptodivisas, para pasar a posteriori a prohibir su minado debido al uso de energía generada a partir de la explotación ilegal del carbón como medio para producir energía lo cual, a su vez, redunda en detrimento de la consecución del objetivo del país de neutralidad en emisiones contaminantes y de efecto invernadero.
Lejos de dejar tan suculento negocio, los minadores de criptomonedas empezaron a trasladar sus ‘granjas’ a otros parajes, entre ellos Kazajistán, ya que el país les ofrecía un entorno acogedor en lo referente a las condiciones legales para trabajar y los impuestos a abonar, y también unos precios y condiciones de uso de la energía suficientemente aceptables.
Lo que no calcularon es lo que podía venir a continuación: la gran afluencia de minadores hizo que Kazajistán se convirtiera, a mediados de 2021 y sólo tras Estados Unidos, en el segundo país que más energía eléctrica destinaba al minado de criptodivisas, algo que la infraestructura del país no podía asumir, y tampoco su economía.
Así que lo primero que empezó a fallar fue la infraestructura y, debido a los cortes en el suministro, a finales del año pasado, algunos minadores se fueron marchando, como es el caso de la empresa Xive.
La consecuencia directa de esta fuga de capitales fue el incremento de precios en el suministro energético, pero este, lejos de afectar a las empresas minadoras, perjudicó a los ciudadanos kazajos.
Como reza el dicho, “de aquellos polvos estos lodos”. El estallido social no se haría esperar mucho, y con la inestabilidad político-social del país, y todavía minadores de criptomonedas operando allí, las cotizaciones se han resentido.
Ahora que el gobierno kazajo, con la ayuda de Rusia y Bielorusia, ha podido contener las protestas y suprimirlas (por lo menos, aparentemente), las pérdidas de las criptodivisas se han estabilizado y no van a la baja.