Hace unos días, empezaba a operar en Alemania una nueva clase de tren, alimentado por baterías en vez de depender exclusivamente de la energía que le llega a través de la catenaria, y aunque alimenta sus baterías de esta, puede circular por tramos que no disponen de dicha fuente de alimentación, valiéndose exclusivamente de la energía almacenada en sus baterías.
Dicho tren conecta la estación de Erkner, cerca de Berlín, con la fábrica que Tesla tiene a las afueras de la capital germana, y su objetivo es el de llevar a los trabajadores de la automovilística a su puesto de trabajo, además de transportar también a los demás residentes (por ello, más adelante incluirá una estación más en su recorrido), con lo que es probable que retire unos cuantos vehículos de la circulación diaria en las vías que conducen a la fábrica de la automovilística.
Esta es una muestra de cómo la movilidad eléctrica está revolucionando nuestra forma de desplazarnos, tanto entre poblaciones, como dentro de estas. Pero, como en todas las revoluciones, hay que separar las ideas y la praxis realmente revolucionaria, de aquello que solamente busca aparentar.
Muchas marcas han lanzado modelos eléctricos, aunque vemos que solamente son un remedo publicitario a la flota de gasolina y diesel que producen, y que siguen promocionando y vendiendo. No es el caso de Smart, una firma que ‘huele’ a nuevo, pero que lleva más de tres décadas de experiencia en el mercado, primero como marca propiedad del grupo Mercedes-Benz y, a partir de 2014, como una joint-venture con el grupo automovilístico chino Geely, que aporta a la firma su amplia experiencia en el vehículo eléctrico, algo en lo que en China están a la vanguardia de la tecnología.
Todos recordamos aquellos microcoches Smart de finales de la década de los 90 del siglo pasado y de principios de los 2000, que han llegado hasta nuestros días como ejemplo de solidez y buen aprovechamiento del espacio, pequeños por fuera, pero ‘grandes’ (evidentemente, entre comillas) por dentro, prácticos ante todo, funcionales, capaces, y de fácil aparcar, algo inestimable en las grandes ciudades.
Movilidad eminentemente urbana, aunque no sólo
La tradicional calidad de la ingeniería germana, con la larga tradición en automóviles de calidad del país, unida a la potencia tecnológica china, nos hacen llegar una serie de vehículos exclusivamente eléctricos (all-electric) que revolucionan el concepto de movilidad urbana, aunque no se limitan a esta, facilitando también la movilidad interurbana de corto/medio alcance, con una autonomía que supera los 400 km.
El Smart #1
Esto nos permite realizar con cierta seguridad un viaje de 200 km de ida y su correspondiente vuelta sin recargar (170-180 si no queremos apurar tanto, aunque los más de 440 km dan un margen suficiente para que no tengamos que preocuparnos), o un viaje de más de 400 km de ida, si podemos recargar nuestra batería en el sitio de destino.
Para facilitar la movilidad urbana, y al igual que sus predecesores, los nuevos modelos de Smart se presentan en un tamaño contenido, aunque no son tan compactos como los anteriores, debido también a un diseño que hace más concesiones a la belleza y la elegancia que en los vehículos que fundaron la marca. No en vano, ‘smart’ significa inteligente en inglés y, por lo tanto, la evolución de la marca debía seguir este criterio, inteligencia.
Así, si sus anteriores modelos se dirigían sobre todo al pragmatismo y, por ello, han sido desde siempre unos coches muy apreciados para vehículos corporativos de tiendas y negocios con asistencia a domicilio, para entregas, o para comerciales que deben moverse eminentemente por ciudad (y podemos ver infinidad de estos rotulados con nombres y colores de empresas por las calles de nuestras ciudades), los dos nuevos modelos que Smart ha sacado al mercado (Smart #1 y Smart #3), así como el futuro primer SUV de la marca (el Smart #5), se dirigen eminentemente al mercado de consumo.
El Smart #3
Para ello, y sin dejar de ofrecer la practicidad emanada de la filosofía de la compañía, también se presentan con un look que los hace muy atractivos para nuestros desplazamientos del día a día y los fines de semana, con un aspecto juvenil y líneas minimalistas atemporales.
Objeto de deseo
Como hemos dicho antes, su tamaño sigue siendo contenido, aunque es mayor que en los modelos anteriores de la firma. Esto, en una época en la que ya se señala que el tamaño de los coches crece sin parar, es una ventaja; todos hemos visto el típico aparcamiento al lado de una columna o en un espacio a un lado, que nadie utiliza porque lo ve demasiado pequeño, y que con los nuevos Smart podemos aprovechar, lo que incrementa nuestras posibilidades de encontrar plaza de aparcamiento en las grandes ciudades.
Además, y para satisfacer las necesidades de los distintos públicos, el Smart #1 (que se vende como SUV urbano, aunque vemos que sus medidas son mucho más contenidas de las de un SUV convencional) se dirige a un público más pragmático, que busca una mayor utilidad en su coche, optimizando el espacio interior para carga, mientras que el Smart #3 lleva el apelativo de coupé no en vano, puesto que sus líneas más deportivas y aerodinámicas lo dotan de un mayor rendimiento.
En ambos casos, disponemos de distintas versiones, como la Pro, la Pro+ y la Premium, además de la 25th Anniversary Edition en el caso del Smart #3, y de la Pulse en el caso del Smart #1, y también en ambos casos de una versión BRABUS, en la que la famosa preparadora de vehículos Mercedes-Benz, ha intervenido para refinar el rendimiento y aspecto de estos vehículos.
En definitiva, pues, Smart apuesta abiertamente por un tipo de movilidad, la eléctrica, y un perfil de vehículo de movilidad urbana e interurbana de corto y medio alcance, acorde con las pautas de movilidad que la revolución de la electrificación nos está trayendo, y con unos vehículos atractivos que van más allá del canon de practicidad establecido por la firma hace tres décadas pero, a la vez, sin renunciar a este.