Una de las mejores utilidades para la impresión 3D consiste en la creación rápida de prototipos, en algunos casos incluso funcionales o, por lo menos, funcionales en cierta medida.
En la publicación Hackaday analizan un caso particular del uso de impresión 3D: la reproducción de modelos antiguos de armas de fuego para analizar su funcionamiento. Y, antes de continuar, aclarar que no se trata de armas completamente funcionales capaces de disparar un cartucho real, ni siquiera de fogueo, pero sí unas cuyo mecanismo realiza los mismos movimientos que el arma auténtica para poder estudiar cómo se hizo.
El caso es que, según cuentan en el mismo artículo, si bien en el último siglo los cartuchos de las armas de fuego casi no han evolucionado, sí lo han hecho las armas en sí y sus mecanismos de disparo, materia digna de estudio para comprender su evolución y el impacto que causaron las innovaciones a todos los niveles, e incluso poder retroalimentarse de la experiencia para futuros diseños.
El problema es poder encontrar ejemplares de estas armas en buen estado de conservación y, sobre todo, fuera de museos (tanto públicos como privados) y de zonas de conflicto en las que todavía se utilizan.
Y aquí es donde la impresión 3D viene al rescate, permitiendo crear réplicas perfectas de los mecanismos que, aunque no permitan abrir fuego real, sí permiten estudiar y entender los mecanismos empleados.
Concretamente, el artículo habla de un entusiasta que ha creado varios modelos como la pistola semiautomática Mauser C96 fabricada en el Imperio Alemán a partir de 1896, y que fue utilizada en conflictos que van desde la Primera Guerra Mundial hasta la Segunda, empleada por personajes tan famosos como Winston Churchill o Lawrence de Arabia, y que incluso fue una de las armas con las que se asesinó a la familia imperial rusa en 1918.
Estos diseños para impresión 3D se venden en pack o individualmente, a razón de unos 10 dólares el diseño.
No es el único caso en el cual se ha utilizado la impresión 3D en el campo de las armas de fuego, que incluso puede contribuir a la creación de armas reales, aunque en dicho caso se requiere del uso de piezas metálicas que no están al alcance de todo el mundo, ya que las impresoras 3D de metal son todavía caras y voluminosas. Y, evidentemente, la munición para disparar con ellas.
Estos factores no impiden que exista una nutrida comunidad de personas que diseñan planos de armas, tanto originales como réplicas, o piezas que permiten, por ejemplo, que una arma semiautomática (cuya posesión es legal en algunos países) se convierta en automática (ilegal en la mayoría de los casos).
En Estados Unidos, por ejemplo, algunos estados ya han legislado en contra de las armas impresas, calificadas de ghost guns (armas fantasma), ya que no tienen un número de serie y, por lo tanto, no constan en ningún registro.