Cualquier dispositivo electrónico depende hoy en día, y en mayor o menor medida, de diversos chips que se encargan de funcionalidades genéricas (proporcionadas por softwares complejos) o más concretas. Los coches no son una excepción a dicha tendencia.
Desde el sistema de frenos hasta los sistemas de entretenimiento a bordo (infotainment), los vehículos a motor sobre ruedas montan una cantidad no negligible de chips y esto, con la pandemia, supone un problema.
Y es así porque desde que se produjeran los primeros confinamientos en febrero y marzo de 2020, la producción de chips quedó afectada por las medidas, con fábricas cerradas y producciones que, a día de hoy y tras un año, todavía no se han recuperado.
A esto hay que añadirle otro factor, provocado por el mismo confinamiento: la necesidad de ordenadores, tablets y smartphones para teletrabajar. En muchos casos, estos comparten algunos chips con los vehículos a motor, como los de las comunicaciones inalámbricas.
Así pués, y según señalan desde la consultora AlixPartners a la CNBC, la industria del automóvil sufrirá este 2021 unas pérdidas que rondarán los 60.600 millones de dólares, en lo que califican de “estimación conservadora”.
La falta de chips afecta a todas las grandes marcas del sector automotriz: Ford, General Motors, Honda, Volkswagen, Toyota, Nissan, o Fiat Chrysler, así como también a todas las empresas que conforman la cadena de suministro para estas grandes. Si un coche no se fabrica por falta de chips, tampoco se necesitan sus asientos, volante, tapicería, cristales,...
De lo que habla AlixPartners es de una verdadera guerra entre estas grandes marcas para acaparar todo lo posible de la producción mundial de chips, que se encuentra en manos de unas pocas marcas, como la taiwanesa TSMC, la norteamericana GlobalFoundries, o la surcoreana Samsung.
Estas fabrican los chips de comunicaciones inalámbricas y procesamiento de marcas como Broadcom, Qualcomm o STMicroelectronics, por poner solo unos ejemplos.
Las dos principales automovilísticas norteamericanas, Ford y General Motors, ya se han mostrado dispuestas a seguir con la fabricación de otras partes de sus vehículos y almacenarlas en espera de una regularización de la producción de chips que les permita sacar el resto de partes de los almacenes y construir los vehículos para entregarlos.
Esta situación también incidirá en la cuenta de resultados de las marcas del mundo del motor, y es posible que tenga efectos en la bolsa y, por lo tanto, en la economía, incluso a escala mundial, habida cuenta que la industria del motor es una de las mayores del mundo.