La Royal Navy ha dado a conocer las pruebas que está realizando en el Estrecho de Ormuz (la puerta de entrada al Golfo Pérsico) en el marco de una fuerza multilateral con drones marítimos autónomos.
Dicha fuerza marítima multilateral tiene el encargo de vigilar el tráfico marítimo en zonas de riesgo, tales como el mismo estrecho de Ormuz entre otras. Para ello, y con base en Bahrein, emplea una combinación de pequeñas naves encargadas de la vigilancia, escolta y detección de posibles peligros, y de grandes naves que llevan a cabo la disuasión de posibles atacantes y las medidas coercitivas una vez estos ataques ya se han producido.
Procedentes de la US Navy, esta flota está probando ahora mismo una serie de drones marítimos, barcos no tripulados que se alimentan de la energía solar y eólica, para patrullar de forma ininterrumpida a través de una zona preestablecida. Equipados con diversos sensores, cuando detectan la presencia de barcos desconocidos alertan a las autoridades de Bahrein que, entonces, pueden enviar uno de los buques de patrulla de la fuerza internacional para investigar qué es lo que está pasando.
Al ser estos drones barcos no tripulados, no necesitan pasar por puerto para repostar, y como se alimentan de la energía solar y eólica, alargan de forma casi indefinida sus patrullas.
Así como cuando nos refieren el futuro de los vehículos autónomos, tendemos a pensar en los coches y otros vehículos rodados y, en menor medida, en los drones voladores (ya presentes en nuestra cotidianidad, pero en el imaginario popular, como herramienta para hobbistas), la automatización de vehículos gracias a la inteligencia artificial está llegando a todos aquellos que circulan por nuestras calles y carreteras, vuelan, van sobre el mar, e incluso debajo de él.
Su uso en aplicaciones de seguridad y defensa es lógico, habida cuenta de que pueden maximizar su tiempo de empleo y disminuir las necesidades logísticas (puesto que no requieren del suministro de alimentos, por ejemplo), algo a lo que se suma el uso de energías renovables como la solar, que convierten a los buques en idóneos para su empleo en misiones de larga duración.