Las nuevas tecnologías de la comunicación y la información han aportado muchos beneficios a la humanidad, pero también han comportado la aparición de malas praxis que, en muchos casos, entran de lleno en el campo de lo delictivo, como es el caso del malware utilizado con finalidades criminales y de extorsión (por ejemplo, el ransomware), o una práctica reciente y todavía muy desconocida: los secuestros virtuales.
No hace mucho, diversos medios (como la BBC) han informado de un caso de esta nueva modalidad acaecido en los Estados Unidos, y que ha mantenido en vilo a la familia de un estudiante de intercambio chino que está cursando estudios en el país norteamericano.
El secuestro virtual empieza con una llamada a la víctima por parte de los secuestradores, quienes la convencen de que tienen a un familiar suyo secuestrado y que, si cuelga el teléfono, van a hacerle daño. Eventualmente, pueden utilizar otras tácticas, pero el objetivo siempre es el de mantener a la víctima al teléfono y que siga sus instrucciones.
Estas no son otras que aislarse (a Kai Zhuang, el estudiante de intercambio al que me refería anteriormente, lo encontraron en medio de la montaña, dentro de una tienda de campaña) y que esa misma víctima envíe a los secuestradores fotos suyas como si hubiera sido secuestrada (por ejemplo, sujetando un ejemplar de periódico del día).
Si la víctima cede al chantaje y les envía lo que piden, los secuestradores ya tienen material para ponerse en contacto con su familia y mandarle las fotos, afirmando que su familiar ha sido secuestrado, y que deben pagar una cantidad por liberarle.
Resumiendo: los delincuentes coaccionan a una persona para que les dé una foto como si hubiera sido secuestrada, mientras se aísla del mundo, para enviar dicha foto a la familia y dar así la impresión que, efectivamente, es la otra persona que ha sido secuestrada, con lo que pueden exigir un rescate.
Previo al secuestro, los delincuentes pueden estudiar las redes sociales de sus víctimas para sacar más información (por ejemplo, citar un lugar al que va a menudo para afirmar que lo han secuestrado allí), o bien entrar en su ordenador o smartphone de forma ilícita para encontrar material con el cual coaccionarlo.
Pero, lo que más asusta, son las posibilidades que las mismas tecnologías dan a los delincuentes en estas áreas; por ejemplo, la síntesis de voz les puede permitir simular las voces de familiares.
Según el artículo de la BBC, no hay cifras claras de cuantos casos de secuestros virtuales pueden cometerse, porque esta práctica es todavía muy reciente y, en muchos casos, permanecen sin denunciar, pero el caso de Kai Zhuang da un salto cualitativo hacia adelante porque, si hasta ahora los secuestradores se dirigian a personas de perfil económico bajo, como inmigrantes ilegales, a cambio de pequeñas cantidades por un desenlace rápido, la familia de Zhuang habría podido pagar una cifra considerable debido a su capacidad económica. No obstante, este punto no ha podido ser confirmado por la prensa.