A día de hoy, la ciberseguridad es algo que atañe a todos los centros educativos por igual independientemente de que sean escuelas, institutos o universidades. Todos tienen en común la alta necesidad de estar siempre conectados a Internet. Sin embargo, la conectividad en el mundo educativo puede generar muchos problemas. Aunque a nivel tecnológico han mejorado mucho en poco tiempo, todavía queda mucho trabajo por hacer.
Filtros de conexión
Sin ir más lejos, las universidades ponen pocos o ningún filtro de conexión entre el alumnado. Por tanto, es realmente fácil entrar en su red y sus sistema. A ello hay que añadirle que la mayoría de centros que dan equipo informático, ya sean tablets u ordenadores, no instalan medidas mínimas de seguridad como conexiones VPN o antivirus en los dispositivos de sus alumnos. Bien sea por falta de recursos público para securizar sus sistemas o por falta de conocimientos sobre los riesgos de no hacerlo.
Para que nos hagamos una idea del riesgo que esto supone, el hecho de que un alumno con un malware instalado en su teléfono se conecte a la red wifi de la facultad, podría hacer que unos hackers tumben las comunicaciones de todo el centro o acceder a los teléfonos de todos los demás alumnos.
Las nuevas tecnologías han provocado tal revolución que han cambiado radicalmente la forma de trabajar de los centros educativos, ya sean colegios, institutos o universidades. Todos los centros se encuentran cada día con nuevas tecnologías que facilitan el trabajo de docentes e investigadores, al tiempo que mejoran las comunicaciones con los alumnos. Esto es, sin lugar a dudas, es una fuente casi inagotable de nuevas oportunidades para mejorar la Educación.
Robo de intentidad
Sin embargo, los centros deberían proporcionar tanto a sus alumnos como a los docentes una estructura tecnológica que cubra a la seguridad de la identidad de cada todos los ‘players’ que integran el mundo educativo.
Servicios en la nube
Si un centro pone a disposición de sus alumnos y docentes dispositivos tecnológicos como tablets, servicios en la nube u ordenadores portátiles, una de las primeras medidas que debería adoptar es securizar todo para evitar que, por poner ejemplo, un ciber criminal pueda acceder a los servidores del centro desde el ordenador de cualquier alumno.
Intranets
Lo mismo ocurre con las intranets. En ellas se almacena y comparte la información más sensible de una institución educativa. Ya sean los datos de los propios alumnos, la información financiera o las investigaciones de las universidades. En este último caso, la labor investigadora de sus docentes y doctores es uno de los mayores valores de los centros. En caso de un ransomware, unos cibercriminales podrían borrar todo el conocimiento almacenado digitalmente de una universidad.
El problema de la fragmentación de la educación
El tratamiento seguro de datos tan sensibles como la información personal de los menores en los colegios y escuelas, ya sean públicos o privados, es de vital importancia. Los casos frecuentes de ciberacoso a menores por parte de ciberdelincuentes debería servir como principal motivación para multiplicar la seguridad en centros educativos.
Además de este, otros de los riesgos a los que se enfrentan estos centros es el robo de información (económica -como cuentas corrientes-, timos digitales o otro tipo de scams) y el mal uso que pueden dar los niños a Internet cuando están en el colegio. Si, por ejemplo, hacemos en Google la búsqueda de “hack colegio”, el buscador nos devuelve más de cuatro millones de resultados en poco más de un cuarto de segundo. Un elevado porcentaje contiene tutoriales y testimonios en primera persona sobre cómo falsificar las notas, irrumpir en los servidores de la Universidad o cómo entrar en una escuela para formar parte de Anonymus.
Respecto a la información que un centro educativo pone a disposición de todo internet, como los vídeos e imágenes de los alumnos en sus redes sociales, cabe plantearse cuál es el beneficio real que aporta a los estudiantes. En este sentido, las instituciones educativas deben pensar en quién va a ver las imágenes que compartan en internet y pensar qué uso negativo podrían hacer con ellas personas con malas intenciones. Por ello, lo más recomendable es que todas las imágenes y vídeos que se compartan en Internet sean siempre en grupos cerrados para que solo puedan acceder a ellas las personas autorizadas.
Pero también hay que pensar en la información a la que pueden acceder los niños cuando están en el colegio. Aunque parezca evidente, los centros deben restringir la entrada a contenidos violentos o pornográficos, pero también deben plantearse qué hacer con plataformas aparentemente inocuas como YouTube. Por poner un ejemplo, en esta red es sorprendentemente fácil encontrar tutoriales para fabricar bombas, o los pasos que hay que seguir para que ‘tus padres no sospechen que tienes anorexia’.
Por tanto, los filtros que se deben usar deben basarse en factores como la inteligencia artificial para no bloquear fuentes de información que sí son de valor. Es aquí donde los estados deben empezar a dar más peso a la importancia de securizar los centros donde se forman las generaciones del futuro.
Saber si tu hijo tiene depresión por medio de aplicaciones móviles
“Del mismo modo que le enseñamos a nuestros hijos que hay que esperar a que el semáforo se ponga verde para cruzar, hay que enseñarles que el móvil puede ser tan peligroso como caminar por la calle sin ir acompañado de un adulto. No obstante, gracias a la tecnología, podemos conocer el camino que hace un niño cuando va por primera vez solo al colegio o monitorizar la ruta que hace a diario. En caso de que se salga de las áreas establecidas como ‘seguras’ la tecnología puede alertarnos de que algo no va como es debido”, advierte Hervé Lambert, Global Consumer Operations Manager de Panda Security.
En este sentido, las tecnologías de control parental como Panda Family también nos pueden ayudar a monitorizar qué hacen los niños cuando navegan con el móvil. De este modo, podemos saber si están usando whatsapp o Instragram cuando están en el colegio o incluso restringir las horas en las que pueden usar esas aplicaciones para evitar distracciones durante las horas lectivas.
La tecnología de control parental permite identificar cambios en la conducta de los niños que podrían alertarnos de casos de acoso o depresión, entre otros. Si, por ejemplo, detectamos que nuestro hijo deja de usar de forma muy repentina una herramienta como Whatsapp, podría indicar que está siendo víctima de cyberbullying o que se ha enfadado con su mejor amigo.
“Sea lo que sea, lo importante es mantener una comunicación fluida con los niños y, gracias a la tecnología, se pueden tener datos con los que tener la excusa perfecta para hablar más con nuestros hijos. Si como padres detectamos cambios en la vida digital de nuestros hijos, lo más probable es que sea el reflejo de un cambio en su vida offline”, apostilla Hervé Lambert.