La carga inalámbrica para smartphones y smartwatches se está popularizando, pero a muchas personas todavía les cuesta imaginarse lo mismo para un coche. Y viene a ser, valga la redundancia, lo mismo, sólo que con un mayor tamaño.
No obstante, al incrementar el tamaño, sufrimos un problema: la pérdida energética debido a la ineficiencia del proceso. Según me explicaban recientemente especialistas de la firma Kemet, dedicada al diseño y producción de componentes electrónicos, la eficiencia del proceso de carga inalámbrica es del 85%, lo que nos deja con un 15% de la energía que se pierde.
No parece mucho, pero si tenemos una carga de 22 kW y hacemos números por encima, nos encontramos con una pérdida de más de 3 kW, que viene a ser la potencia que podemos tener contratada para una oficina. Es decir, que con lo que perdemos al cargar el coche, podríamos alimentar nuestro despacho.
¿Y por donde se pierde esta energía? La carga inalámbrica funciona con una bobina generando un campo electromagnético. La energía contenida en este es ‘recibida’ por el coche. No obstante, el campo es mayor que la bobina receptora, por lo que el receptor ‘pierde’ los bordes de este.
¿Y cómo resuelve Kemet este problema? Pues de una manera simple pero efectiva y eficiente: ubicando unas placas de ferrita en los laterales del campo generado, de forma que estas lo encierran y canalizan, permitiendo aprovechar más todavía la energía.
Aunque siempre habrá una pérdida de energía, por pequeña que esta sea (es decir, que podemos aspirar a una eficiencia del 99,99999...%), el sistema desarrollado por Kemet permite al vehículo eléctrico con capacidad de carga inalámbrica aprovechar mejor un recurso tan importante como la energía, en un momento en el que en todo el planeta nos estamos replanteando cómo generarla.
Un brillante futuro
Pese a que por ahora la carga inalámbrica por inducción para los vehículos no es muy conocida ni utilizada, es fácil predecir que en algún momento en el futuro empezará a ser tendencia.
Y es que es muy cómodo llegar al lugar de destino y, simplemente, aparcar nuestro coche, sin tener que pensar en repostar, para encontrarnos a nuestra vuelta con el depósito lleno... perdón, la batería cargada (es la costumbre).
La expansión de estos sistemas de carga inalámbrica podría empezar por aparcamientos públicos y privados (por ejemplo, en centros comerciales o en parkings de pago), y podría ser un servicio tanto de pago como gratuito e incluido en las condiciones de uso del estacionamiento.