La mejora en el rendimiento que ofrece el hardware en general y los microprocesadores en concreto permiten que, a día de hoy, una máquina sencilla y básica, de pequeño tamaño, proporcione una potencia suficiente como para enfrentarse a cualquier tipo de trabajo, e incluso permite jugar (sin que sean los títulos más sofisticados) o ver contenidos multimedia en alta resolución.
Hasta ahora, muchos tenían a los mini PCs como herramientas profesionales, generalmente desempeñando la tarea de cliente ligero (thin client) para la conexión a servidores de escritorios, pero es precisamente gracias a las mejoras antes mencionadas, que han superado de largo este encasillamiento para pasar a ser una opción a tener en cuenta para nuestro hogar.
En primer lugar porque nos van a permitir ganar mucho espacio, gracias a su pequeño tamaño, sin que eso suponga impedimento alguno para desempeñar alguna tarea.
Obviamente, no va a poder con los juegos de última generación más exigentes en recursos, ni con las aplicaciones de cálculo intensivo, pero la mayoría de nosotros no necesitamos de esas aplicaciones, o bien ya tenemos una máquina específica dedicada (como una videoconsola o un PC gaming) que, por otra parte, no es bueno que ejecute las tareas de diario, si no que se reserve solamente para los trabajos más pesados y exigentes.
No estamos hablando tampoco de set-top boxes o barebones; los primeros, generalmente basados en un micro de arquitectura ARM (mientras que los mini PCs lo están en chips de arquitectura x86), han sido pensados para correr un sistema Android TV o stock Android, y para trabajar conectados a un televisor, solamente reproduciendo contenidos multimedia.
En el caso de los segundos, los barebones, estas son máquinas que se venden integrando bajo demanda el micro, la memoria y el almacenamiento, mientras que en los mini PCs ya viene todo integrado.
Un mini PC es suficientemente pequeño como para caber en cualquier sitio, por ejemplo al lado de un televisor, funcionando como centro de ocio multimedia, pero sin dejar de ampliar estas posibilidades a las tareas que puede ejecutar un ordenador de sobremesa convencional, como procesar textos o navegar por Internet.
En una habitación, con un monitor dedicado, también ocupan poco espacio, y cuentan con formas rectangulares que nos permiten esconderlos detrás del monitor o en cualquier rincón de la mesa.
Además, el sistema operativo que corren es el mismo Windows de sobremesa al que estamos acostumbrado, pudiendo también optar por su equivalente libre GNU/Linux o bien, y porqué no, a Android, también disponible para la plataforma x-86 gracias a un proyecto comunitario.
A diferencia de un ordenador convencional, de mayor tamaño (y muchas veces, no de mucha más potencia), que nos sale a partir de 300 €, un mini PC barato pero suficientemente potente y capaz, nos puede costar sobre unos 100 € y, a partir de aquí, ir aumentando de precio según la potencia deseada/requerida.
Otra gran ventaja de los mini PC baratos es que no generan ruido gracias a su diseño fanless, es decir, que no utilizan ventiladores mecánicos con partes móviles, sino que se refrigeran de otras formas.
Gracias a sus características, los mini PCs tienen muchos y distintos usos, por lo que no faltan en Internet artículos con más consejos e ideas, y que tratan aspectos determinados como elegir el hardware más adecuado, o bien transformarlo en un centro de control del hogar conectado, pasando por un software que te permita descargar los subtítulos de las películas que estas viendo.
Las posibilidades son incontables.