Probablemente, tanto la prohibición temporal en Italia, como la amenaza en el mismo sentido desde España y Francia, y que en todo el mundo se haya planteado el debate sobre la regulación de la inteligencia artificial, ha llevado a que OpenAI mueva ficha proponiendo una regulación a nivel internacional similar a la que existe para la energía atómica.
Desde OpenAI afirman que es plausible que a lo largo de la próxima década, los sistemas de IA no solamente estén plenamente integrados en las empresas y llevan a cabo buena parte de la actividad productiva, sino que también superen el nivel de habilidad de los expertos en muchos de los campos.
Esto abre un panorama tanto de potenciales ventajas como desventajas, y la compañía señala que la UA será más poderosa que otras tecnologías con las que la humanidad ha tenido que lidiar en el pasado, por lo que hay que tener en cuenta y gestionar el el riesgo que ello supone, ya que este es, incluso, existencial para la especie humana.
Para lidiar con dicho riesgo, desde OpenAI proponen tres medidas, empezando con un cierto grado de coordinación entre los principales actores en el desarrollo de esta tecnología para asegurar que su manejo será seguro, y que su integración en la sociedad sea suave.
Para implementar dicha coordinación, la compañía apela a un esfuerzo por parte de los gobiernos nacionales de cada país, o bien en la creación de un cuerpo regulador que delimitara la capacidad de crecimiento anual de la IA.
Aquí, y pasando al segundo punto, es donde entra en juego el modelo de la OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica): la creación de una autoridad supranacional que controle los desarrollos mediante la capacidad de inspeccionar y auditar sistemas, imponer restricciones, y fijar niveles de seguridad.
Y, para avanzar trabajo en este sentido, desde la misma compañía proponen que sean las empresas del sector quienes, voluntariamente, empiecen a aplicar algunos de estos principios que esta hipotética futura agencia internacional de control de la IA pueda marcar, para facilitar una futura implementación a nivel global. Igualmente, exhortan a los países a realizar dicha implementación en sus propias leyes nacionales.
Finalmente, el tercer puntal de las iniciativas propuestas por OpenAI hace hincapié en las capacidades técnicas necesarias para lograr que la implementación de la IA sea segura.
Predicar con el ejemplo
Y, a falta de propuestas concretas en este sentido, la misma OpenAI ha lanzado un programa para otorgar diez subvenciones de 100.000 dólares cada una para financiar experimentos orientados a establecer un proceso democrático para decidir qué reglas deben seguir los sistemas de IA, siempre dentro de los límites definidos por la ley.
Entre las cuestiones que esta iniciativa debería cuestionarse encontramos, según OpenAI, y a modo de ejemplos, bajo qué condiciones los sistemas de IA deberían condenar o criticar a las figuras públicas, dadas las distintas opiniones entre los grupos sociales sobre dichas figuras, o cómo deben representarse las opiniones en disputa en los resultados, o si la IA debe reflejar por defecto la personalidad de una persona promedio en el mundo, del país del usuario, del grupo demográfico del usuario o algo completamente distinto, entre otras muchas cuestiones.
Al fin, lo que buscan desde OpenAI no es otra cosa que un formato de proceso democrático para decidir qué reglas deben dictar el desarrollo de la IA en el futuro.
