Si los Estados Unidos quieren mantener bien engrasada la maquinaria del que es considerado unánimemente como el primer ejército del mundo, tienen que adaptarse adelantándose al futuro, previendo cómo será el campo de batalla en unos años, y formando a su personal para dicho escenario.
Tras muchos años enfrentando guerras de contrainsurgencia y, por lo tanto, dimensionando sus necesidades y fuerzas armadas para ello, la invasión rusa de Ucrania y los tambores de guerra que suenan en el lejano oriente con China ambicionando absorber a la Taiwán semi-independiente, la guerra industrial a gran escala contra un enemigo poderoso vuelve a surgir como una posibilidad muy real por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial para los Estados Unidos.
Y ese campo de batalla de un futuro que, esperemos, no acabe llegando nunca -pero para el que hay que estar preparado- verá una convivencia entre soldados humanos y robóticos mucho mayor que la que ya se está viendo estos días.
Project Convergence se encuentra en marcha desde 2020, y busca entender cómo pueden ser útiles los robots y la inteligencia artificial sobre el campo de batalla, coexistiendo con tropas humanas.
La revista online Defense News narra un reciente ejercicio, en el que drones aéreos armados con proyectiles, y drones terrestres equipados con armas automáticas, actuaban como la punta de lanza de una unidad de infantería para tomar un pueblo ocupado por el enemigo.
Las operaciones de ataque son las que más desgastan a un ejército; no en vano, se considera que para que una operación de ataque pueda tener éxito, se requiere una relación de fuerzas de entre tres y cinco contra uno a favor del atacante como mínimo. Los sistemas armamentísticos inteligentes pueden contribuir a esta ratio, además de ahorrar vidas humanas para la fuerza atacante en los primeros compases del ataque, cuando es probable que las posiciones y recursos de la fuerza defensiva no sean suficientemente conocidos por los atacantes.
Al final, de lo que se trata, es de disminuir tanto como se pueda las bajas humanas. Las propias, claro…
Pero lograr la convivencia de soldados y máquinas en el campo de batalla no será fácil, puesto que se necesita tener en cuenta algunos elementos, como la interfaz de usuario. No es cuestión, en un escenario de gran tensión como es un tiroteo, tener que “jugar” con una interfaz de iconos para buscar la aplicación necesaria.
Además de una interfaz amigable y utilizable, también se requerirá una red eficiente y a prueba de guerra electrónica, ciberataques y hackeos. Y, por último, quedan las barreras de la inteligencia artificial en los sistemas autónomos para que se comporten de una forma ética sobre el campo de batalla, y tampoco confundan a los amigos con los enemigos (de hecho, el llamado “fuego amigo” no es algo nuevo en un conflicto armado).
Este ejercicio narrado por Defense News, es el colofón de unos meses de trabajo para definir cómo debe ser la integración entre máquinas y humanos en el campo de batalla, cuando las primeras empiecen a llegar masivamente, más de lo que lo han estado haciendo hasta ahora.