Por desgracia, todos hemos oído hablar de la sextorsión y de cómo una expareja resentida puede hundirte la vida al difundir unas fotos o un vídeo subido de tono. Sin embargo, qué pasaría si en vez de difundirlas un antiguo compañero sentimental, las difundiera tu robot sexual?, ¿quién sería el responsable legal de la ‘filtración’?
Aunque el precio de un robot sexual está todavía al alcance de pocos (cuestan alrededor de 10.000 euros) los juguetes eróticos son una tecnología de uso doméstico cada vez más extendida. Puede que la palabra Satisfyer te parezca obsoleta, después de haber estado en todo tipo de publicidades, medios de comunicación, conversaciones entre amigos y hasta en la cena de Navidad.
El vertiginoso desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación ha ampliado considerablemente las opciones: desde aparatos y juguetes sexuales que se pueden utilizar en remoto o experiencias pornográficas por realidad virtual, hasta robots sexuales con apariencia de muñecas hiperrealistas, entre otras.
En la película de Her vemos a Joaquin Phoenix interpretando a un escritor convencido de que la relación sexual-afectiva que mantiene con el operador de sistema de su teléfono móvil le llena mucho más en comparación con el mundo que le rodea. La obra muestra una distopía digital que, aunque enmarcada en la ficción, cada vez se aleja menos de la realidad de nuestros días. Quizás todavía Siri o Alexa no estén configuradas para tener ese tipo de relación, pero otros aparatos sí lo están. El gran peligro es que éstos “son muy susceptibles de ser hackeados y formateados por terceras personas con fines delictivos y que pueden apropiarse de información relevante de nuestra esfera más íntima y personal”, señala Hervé Lambert, Global Consumer Operations Manager de Panda Security.
Aunque los delitos que se dan en la web más frecuentes están relacionados con el phishing para la sustracción de datos personales y bancarios, no debemos olvidar que cualquier dispositivo electrónico depende de un software para su funcionamiento que puede hackearse. Al igual que ocurre con los wearables sanitarios, que pueden usarse para atentar contra la salud de los pacientes; un muñeco sexual puede poner en riesgo tu vida si cae en manos de un cibercriminal con ciertos conocimientos de programación.
De hecho, no suena nada descabellada la posibilidad de que se den casos de asesinatos u otros ataques violentos al hackear un muñeco de placer con inteligencia artificial. No son muñecos poseídos como Chucky, pues hay un humano que opera a través de su interfaz, pero sus intenciones no son buenas en absoluto.
¿Qué riesgos entraña manipular el sistema operativo de un robot sexual?
Los robots sexuales suelen tener una morfología bastante realista, de hombre o mujer: son humanoides, cuya finalidad no es otra que imitar funciones que haría una persona de carne y hueso. Sin embargo, se pueden manipular fácilmente y según las necesidades del consumidor: cómo vestirlos, las características especiales de sus órganos sexuales o el tono de voz con el que se quiera que hablen. Harmony, de la compañía RealDoll, es la primera robot sexual gestionada con inteligencia artificial.
En este caso, y tal y como su nombre indica, su finalidad es satisfacer cualquier práctica de tipo sexual, por lo que si su sistema es atacado por ciberdelincuentes, el dueño del muñeco se expone a estar en una posición bastante vulnerable en un momento de extrema intimidad. Normalmente, se baja la guardia y se otorga una confianza a un dispositivo sobre el que se cree que se tiene el control. Al tratarse de imitaciones humanas, suelen tener un tamaño considerable, y al estar dotados de inteligencia artificial y movimiento, si fueran hackeados, podrían realizar acciones físicas y violentas con las que poder causar daños graves.
La inteligencia artificial ofrece a estos aparatos la capacidad de entablar conversaciones con su dueño y crear una pretendida relación emocional que sustituye los lazos afectivos que podrían darse físicamente con una persona. “La cuestión es que sus compradores le otorgan la misma confianza que a una persona de verdad. Realizan cualquier actividad delante de ellos, porque lo normalizan como alguien más de su entorno. De esta manera, no solo exponen su intimidad en el acto sexual, sino sus rutinas diarias, sus conversaciones y pensamientos más íntimos. El ciberdelincuente que esté detrás del robot tiene la llave de acceso a la vida de ese individuo y puede chantajearle a su antojo”, enfatiza Hervé Lambert, Global Consumer Operations Manager de Panda Security.
Uno de los tipos de coacción más habitual es la “sextorsión“, cuando se amenaza a una persona con difundir una imagen o vídeo de contenido sexual, sino se le da a su extorsionador lo que pide. Este método también es bastante frecuente recibirlo a través de un mensaje en el mail donde los ciberdelincuentes te notifican que han accedido a la cámara frontal de tu móvil u ordenador y te han estado grabando. A cambio, suelen pedir grandes sumas monetarias o incluso la victimización sexual del damnificado. Los expertos y las autoridades recomiendan no aceptar el trato, borrar el correo como si fuese spam y cambiar todas las contraseñas existentes por otras más largas y complejas.
Recomendaciones a la hora de usar juguetes o robots sexuales
Lo mismo pasa con estos dispositivos para usar individualmente o en pareja, muchos de ellos requieren conexión a internet y pueden ser atacados. Hay una serie de recomendaciones que puedes llevar a cabo para evitar sustos:
- Intenta conectarte a una red separada cuando se vaya a usar estos dispositivos. Mantenerlos desconectados cuando no se vayan a utilizar para cortar el acceso a posibles ataques alojados en las apps e interfaces desde los que se manejan.
- Crea contraseñas complejas y difíciles de descifrar para las apps de estos aparatos. Si cuentas con una aplicación de gestión de contraseñas, mejor.
- No te conectes a ellos desde redes wifi públicas, ya que son más fáciles de hackear.
- Infórmate adecuadamente sobre la protección de datos y la política de privacidad que ofrece el fabricante del juguete. Así como también es importante leer la letra pequeña para saber qué datos estás cediendo y a qué terceros con la compra y uso de estos dispositivos.