¿Puede un conjunto de chips, cables y una batería dentro de una especie de cojín peludo, sustituir a una mascota como un perro o un gato? ¿Y si le añadimos, además, una cola que se mueve respondiendo a nuestras caricias? La mayoría de nosotros estaría tentado a responder que no, que el tacto y la reacción de un animal ante nuestras interacciones, difícilmente será replicable por la robótica, por lo menos a corto plazo. Pero un momento, no tan rápido...
Pensemos en casos concretos, como personas que sufren alergias. Yo mismo, tengo una ligera alergia al pelo de los gatos y de los perros. Cuando me la diagnosticaron, la doctora me dijo que esto no suponía ningún problema si acariciaba uno de estos animales en la calle o en casa de algún amigo, pero si adoptaba alguno para convivir con él, al cabo de un par o tres de meses, podían salirme síntomas.
Nunca he tenido perro o gato, pero no por este motivo, sino porque nunca he querido uno (tengo una tortuga que este año cumplirá los 40, si se lo preguntan). No obstante, yo podría adoptar sin problemas una mascota electrónica si quisiera tener algo similar a uno de los animales citados, por lo menos en el tacto...
Otro caso: alquilamos un piso y, oh sorpresa, en el contrato prohíbe explícitamente las mascotas. Un hámster tal vez no moleste a los vecinos, pero los ladridos de un perro, o un gato curioso encaramándose a todo lo que encuentra para acabar entrando por una ventana en casa del vecino de arriba, sí. Y es por ello que muchos contratos de alquiler prohíben la tenencia de mascotas a los inquilinos.
La robótica al rescate
En Yukai Engineering pensaron que la necesidad de un animal doméstico podía superar a la prohibición de tenerlo gracias a la robótica. Y así nació Qoobo: un robot con forma de cojín peludo del que sale una cola controlada por un sistema robótico y que se mueve respondiendo a las interacciones del usuario (léase caricias).
Hace poco, fue anunciada una versión mini del aparato, Petit Qoobo, pensado para poder meter en un bolso y, por lo tanto, llevarlo a donde sea.
Acariciar algo peludo tiene efecto terapéutico o, por lo menos, así lo afirman desde Qoobo, que postulan su robot como una forma de combatir el estrés.