Domingo, 23 de junio. Probablemente, mientras los fuegos artificiales y petardos para celebrar la noche de San Juan divertían a quienes se encontraban disfrutando del día en la costa mediterránea, en otro continente un grupo de conductores se peleaba con la tecnología.
Concretamente, este continente era el americano, el país los Estados Unidos y la localización un camino de tierra en el estado de Colorado, cercano al aeropuerto de Denver. Google Maps lo sabe muy bien.
Más que nada porque es el responsable de mandar allí cerca de un centenar de vehículos, que recibieron en sus terminales y sistemas de navegación basados en la tecnología de la multinacional de Mountain View, el aviso para desviarse opcionalmente por aquel camino debido a que un accidente sucedido a la altura del Bulevar Peña había provocado retenciones.
¿El problema? Que a medio camino, lo que debía ser una polvorienta alternativa para ahorrarse unos veinte minutos de conducción, se convertía en un lodazal en el que, una vez se había entrado, era casi imposible salir. Que se lo expliquen a los tanquistas alemanes destinados al frente de Rusia, donde el barro hizo estragos. Aquí, además, sin vehículos preparados para el todoterreno.
El resultado fue otro embotellamiento y escenas de cierto pánico al divisar la posibilidad de perder el vuelo (ya que muchos de los vehículos se dirigían al aeropuerto internacional de Denver). Por suerte, los conductores que lograron salir del atolladero se organizaron para evacuar a aquellos que necesitaban imperiosamente personarse en el aeropuerto para tomar un vuelo.
Desde Google, responsables citados por la cadena norteamericana CNN ya han indicado que esto les servirá de lección para mejorar sus sistemas de recomendación de rutas, ya que ahora deberán tener las condiciones meteorológicas para ciertas vías. Natural: la tierra, con agua, forma barro, el cual no es muy amigo de los vehículos de ruedas.
Este incidente nos hace plantearnos dos cuestiones: la primera es la “fe ciega” que algunas personas muestran en la tecnología, en la cual está bien confiar pero hasta cierto punto, no sin cuestionarnos si realmente nos está dando las indicaciones adecuadas.
En este sentido, tal vez los conductores deberían haber advertido las condiciones de la vía por la cual iban a circular sólo de divisarla, viendo que era un camino de tierra y que recientemente había llovido.
Por otra parte, nos lleva también a preguntarnos por el futuro inmediato del vehículo autoconducido. Fallos como este pueden ser “mortales” en un vehículo como la propuesta de coche de Google, que carece de volante y de cualquier forma posible de conducción por parte de un humano.
No nos agobiemos; cualquier cosa construida por humanos será imperfecta, como lo somos nosotros. Sólo se trata de ir haciéndolo lo menos imperfecta posible.