Todas las desgracias han tenido, de una forma u otra, su chivo expiatorio: los cristianos del Gran Incendio de Roma del 64 d.C; los judíos en tantas y tantas calamidades por todo el mundo; los masones o los illuminati de las crisis y las guerras (incluso sin saber a ciencia cierta a qué nos referimos en el caso de los segundos) y, ahora, la 5G culpándola de la COVID-19.
Estos días he visto correr algunos mensajes de WhatsApp en los que se afirma que no está probado que la 5G no afecte a la salud de las personas, que gobiernos y operadoras esconden informes que apuntan a efectos adversos, y que países como Eslovenia o Suiza han impedido que se implante la 5G en sus territorios.
Si no se ha demostrado que la 5G sea inocua, tampoco se ha demostrado fehacientemente que provoque efectos negativos en la salud de las personas; por lo que respecta a los informes, que alguien me los enseñe, si es tan amable, y que estén firmados por científicos reconocidos o, para mi, no serán mucho más que libelos a la altura de los Protocolos de los sabios de Sión. Y si Suiza ya tiene red 5G activa de la mano de Swisscom (otra cosa es que se haya pausado el despliegue), en Eslovenia el espectro se subastará el próximo 30 de junio... si no se retrasa por la pandemia. Pero volvamos a lo de los chivos expiatorios.
Algunas personas que no han superado que la edad moderna haya llegado, quemaron, la semana pasada, mástiles que alojaban infraestructura de telecomunicaciones 5G en el Reino Unido, según informa el rotativo Independent.
Las autoridades británicas han constatado ataques en Birmingham, Liverpool y Merseyside, mientras que Vodafone se quejaba de por lo menos cuatro ataques tanto en infraestructuras propias, como en aquellas que comparte con la operadora O2 (marca de la española Telefónica).
Tanto las autoridades policiales como las operadoras achacan estos ataques a las mismas teorías conspiranoicas a las que me he referido antes y que están circulando estos días por las redes sociales. Unas redes sociales a las que, no lo olvidemos, muchos de estos trogloditas acceden... a través de las mismas infraestructuras que ahora atacan.
Precisamente en unos días en los que muchas personas están salvando sus puestos de trabajo y pasando un poco mejor este arresto domiciliario que sufren sin haber cometido ningún crimen, gracias a las redes de telecomunicaciones. Vivir para ver.