Bolonia: Seis cuestiones para una oportunidadEscrito por RAUL CABANES el 01/04/2008 a las 21:06:122271
(Vicedecano COIT) Desde hace años estamos viviendo en la Universidad española un proceso tremendamente expansivo en cuanto a la creación de nuevas universidades, con más centros que imparten, cada vez, un número mayor de titulaciones. La ingeniería de telecomunicación es una de éstas, con un carácter particular, quizá, por la consideración que la sociedad tiene de ella como representativa, por excelencia, de la innovación tecnológica. Tan es así que, hoy en día, pasan ya de dos docenas los centros en donde se imparten los estudios conducentes al título de ingeniero de telecomunicación; centros diversos, con características diferenciadas, con resultados distintos. Es bien conocido, en los mundos universitario y empresarial, cuáles de estos centros pueden catalogarse de excelencia y a cuáles, todavía, les falta algún estadio para alcanzarla, siendo el colectivo de profesores del centro el factor decisivo para ello: está ampliamente aceptado la gran correlación que existe entre las cualidades del profesorado y la competencia profesional de los titulados. Estas cualidades, vinculadas a una obligada buena docencia, requieren también un buen conocimiento de las materias que perfilan y definen la profesión del título, en gran medida, a sus actividades de investigación y, sobre todo, a sus relaciones con las empresas y la realidad tecnológica aplicada, cuestión ésta que, aunque obvia, no se da siempre y, en alguna de las nuevas universidades, apenas se observa. Este maremagnum de Universidades, Centros y Titulaciones, sin embargo, ha tenido un efecto muy positivo: el del acceso a la Universidad de colectivos sujetos a barreras económicas o geográficas. Ha significado para España un avance social de primera magnitud. Por otra parte, este proceso expansivo ha conducido a un incremento de costes en los presupuestos de las Comunidades Autónomas, hoy todas ellas con competencia (y en incipiente competencia) en Educación Universitaria, y, de ahí, a una necesidad de racionalizar el binomio oferta/demanda que, en algunos casos, es difícilmente sostenible. Pero el sistema del que hablamos, el sistema español, está inmerso en otro de nivel superior: el europeo. Aparece una iniciativa, conocida como Proceso de Bolonia, que persigue la convergencia de las titulaciones en Europa y, como iniciativa política que es, la integración social de sus ciudadanos. Presenta, este modelo de Bolonia, y entre otros, dos aspectos de gran interés: por un lado, intenta homogeneizar titulaciones para validar conocimientos y facilitar la movilidad de estudiantes y profesionales y, por otro, obliga a cambiar radicalmente la metodología docente. Para ello, frente a la situación actual de medir la carga docente del estudiante en función de su asistencia a clase medida en créditos (1 crédito = 10 horas lectivas) se considera ahora como patrón de medida el esfuerzo del estudiante y como unidad de medida el llamado crédito ECTS (European Credit Transfer System) que equivale a una dedicación del estudiante de 25 a 30 horas de trabajo semanales. La homogeneización de titulaciones se está planteando en términos de igualación temporal (3/4 años de grado + 2/1 año de postgrado (master) + 1 año de doctorado) y equiparación de conocimientos (descriptores de las distintas materias validados por créditos europeos). Para el caso de España (esquema 4+1+1) podría suponer la desaparición de casi todas las titulaciones de graduado/ingeniero técnico convergiendo con la titulación de licenciado/ingeniero, con una, llamémosla ?cantidad nominal de conocimiento? más o menos intermedia. Sin embargo, la duración nominal de los estudios de una determinada carrera (cinco cursos académicos actualmente para el ingeniero de telecomunicación) no es el elemento fundamental de su calidad. Así, en la Comunidad de Madrid, donde ocho universidades imparten este título, podemos citar, como ejemplo, dos planes de estudios distintos: uno con 315 créditos de los actuales y otro con 375, ambos de gran prestigio. Teniendo en cuenta, además, que el 75 % de los contenidos son los fundamentales (las llamadas materias troncales y obligatorias), es decir, los que definen la profesión (del 25 % restante el 15 % son materias optativas y el 10 % de libre elección por el estudiante), el pasar de cinco a cuatro años nominales no sería dificultoso y la calidad de un buen centro no quedaría mermada en absoluto. Las cuestiones son otras: (1) Las distintas situaciones de las propias Universidades. Con un muy excesivo número de centros que imparten las ingenierías asociadas a las telecomunicaciones (y eso sin contar con el proceso de convergencia tecnológica en las TIC) y una demanda de estas titulaciones cada vez menor (en los últimos años no se está cubriendo un tercio de las plazas ofertadas) hace muy difícil la supervivencia de bastantes centros. Por otra parte, en las grandes universidades, ante la disminución progresiva de demanda de determinadas titulaciones, aparecen focos de profesorado excedentario. Haría falta una reconversión, en ciertos casos necesaria, aunque políticamente difícil (2) El transitorio al nuevo modelo y la validación de las actuales titulaciones. Siguiendo los posicionamientos y directivas de la Unión Europea la solución sería fácil: los actuales ingenieros técnicos se asimilarían a los próximos "graduados de 4 años" y los ingenieros a los master-ingenieros. (3) La redundancia de algunos colegios profesionales. Para el caso de las ingenierías, surge el asunto de las competencias de los Colegios Profesionales, que son competencias expresamente delegadas de las Administraciones Públicas (podrían, por tanto, ser asumidas por funcionarios de las propias AA. PP). En particular, en el campo de las telecomunicaciones, tendríamos que afrontar la disyuntiva de la existencia de dos colegios: el COIT y el COITT. 4) Los niveles retributivos de los funcionarios titulados Aparece, de rebote, un problema para las distintas Administraciones (Estatal, Autonómicas y Locales): los niveles retributivos de los funcionarios con las nuevas titulaciones, que afectan a los presupuestos generales de las AA. PP. (5) Los costes presupuestarios de las CC. AA. Además de los costes asociados a la discrepancia oferta/demanda la nueva metodología, por la que el estudiante aparece como el punto alrededor del cual oscila todo el proceso formativo, supone, en la Universidad, cambios significativos: de talante y decidida dedicación a la docencia en algunos de sus profesores y, sobre todo, de dotaciones económicas importantes. La tecnología (laboratorios, tele-enseñanza, tele-tutoría y tele-gestión) será un factor de ayuda imprescindible. Sin embargo, éste ?no parece? un problema difícil de superar dado el interés que están demostrando las Consejerías de Educación en todas las CC. AA. y el propio Ministerio por poner en marcha el modelo de Bolonia y la excelente capacidad de adaptación que siempre ha demostrado la Universidad española. (6) La motivación de estudiantes y profesores Se viene observando desde hace unos años una disminución de la ya escasa relación estudiante/profesor. Entonces esta nueva metodología es fundamental ya que requiere una atención personalizada hacia el estudiante y, de aquí, un número relativamente pequeño (en comparación con los ratios habituales en las universidades) de alumnos por grupo de clase; es el caso de los entornos formativos de empresa, experimentados ya desde hace tiempo con éxito. En cualquier caso, durante todo este proceso en el que ya estamos inmersos, que supone una gran oportunidad para nuestro país, no deberíamos olvidar las misiones de la Universidad: crear ciencia, por lo que se investiga, y trasmitir conocimientos, por lo que se enseña. Todo ello con el fin último de prestar servicios a la Sociedad: generar profesionales, que eleven el nivel de vida de la ciudadanía; crear riqueza científica y tecnológica, que mejore el potencial de empresas e instituciones, públicas y privadas; y, en la época en que los media son el centro de nuestro quehacer cotidiano, divulgar el saber científico y tecnológico (aspecto muy olvidado), para una mayor cultura ciudadana y una mejor comprensión del propio papel de la Universidad. Raúl Cabanes Martínez Doctor-Ingeniero de telecomunicación Profesor Titular de la ETSIT-UPM Madrid, 30 de marzo de 2008 |