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¿Cómo remediar el fracaso escolar?

Escrito por Alfons Banda Tarradellas el 03/11/2010 a las 00:31:45

(Pedagogical Director)

Un fracaso escolar del 28,5 por ciento es un mal dato. Pero es la realidad de hoy en España: sólo el 71,5 por ciento de los escolares consigue terminar la Educación Secundaria Obligatoria. Las diferencias entre comunidades autónomas son grandes; en algunas el índice de fracaso no llega al 15, como sucede en Asturias y en Euskadi, y en otras escala hasta el 40, caso de Baleares. En Europa la media se sitúa en el 15. Mientras que en Europa uno de cada siete jóvenes no termina sus estudios obligatorios, en España contamos uno de cada cuatro. Los datos de referencia anuncian, para los próximos decenios, una sociedad española en la que una cuarta parte de los ciudadanos arrastran carencias en sus competencias intelectuales básicas. Porque no acabar la ESO no significa ignorar el símbolo del azufre, o no saber si antes fue Grecia o Roma, o ser incapaz de construir una metáfora; tampoco es consecuencia de haber tropezado con un claustro muy exigente. No superar la ESO significa sobretodo un bajo nivel de comprensión lectora y un insuficiente nivel en la expresión escrita. Y a menudo también, a veces como causa y otras como efecto, unas insuficientes capacidades sociales para la convivencia cívica. Estamos obligados a tomar decisiones. Por un lado hay que proponerse corregir en los adultos los déficits acumulados en sus años escolares, por otro hay que reducir los índices de fracaso escolar. Lo primero es más fácil que lo segundo. Dónde nos estrellamos es en la educación de los adolescentes. En muy poco tiempo un adolescente puede desvirtuar parte de lo recibido en la infancia y autoincapacitarse para posteriores aprendizajes. Hoy la adolescencia es una travesía peligrosa. Les hemos dejado solos y son bien pocos los que salen indemnes. La educación se basa en aprendizajes muy diversos que comparten una condición necesaria: el interés por aprender. El niño comprende, no de una manera conceptual pero sí muy claramente, que para ser mayor ( cosa que desea ardientemente) hay que saber leer y escribir y hacer cuentas. Por eso aprende de letras y números. Antes ya ha deseado aprender a entender y a hablar y ha triunfado. Los aprendizajes más complejos y trascendentes de nuestra vida los hacemos sin metodologías, sin tecnologías, sin profesionales y al margen de empanadas psicodidácticas. Los niños desean hacerse mayores porque admiran a sus mayores y porque son objeto del respeto, de la atención y de la solicitud amorosa de los mayores. Esas mismas actitudes recíprocas las encontramos también en el aprendizaje de adultos. Pero en la adolescencia es frecuente una profunda ruptura. Si los niños admiraban a sus padres por el hecho de serlo, los adolescentes quisieran, a menudo, ser cualquier tipo de adulto excepto aquel que ve encarnado en sus padres. Si el niño veía en el maestro la encarnación del saber útil, el adolescente tiende a ver en los profesores el ejemplo viviente del saber inútil, absurdo e impuesto. Como consecuencia padres y profesores hallan grandes dificultades para hacer respetar unas normas en casa o en la escuela. La máxima autoridad es la del grupo, constituido como refugio en donde el adolescente cree, o quiere, ser plenamente reconocido. Añadamos a esas causas endógenas las que vienen dadas por el marco social en donde campa la arrogante estupidez de lo fatuo. Ahí tenemos, bien a la vista, la primera causa social del fracaso escolar. Una sociedad rendida al dinero no puede educar. Eso es una buena noticia, la mala es que tampoco deja. En ese marco la educación y el aprendizaje, de los adolescentes se hacen francamente problemáticos. ¿Qué se puede hacer? Resistir creativamente. No se me ocurre otra. Hay que asegurar que en algunos ámbitos la práctica de la educación sea posible. La educación sólo es posible cuando se produce un verdadero encuentro entre el educador y el educando. Es decir cuando las dos personas se reconocen como tales en el ejercicio de sus respectivas funciones. Sin ese reconocimiento recíproco, que implica respeto mutuo y colaboración, no hay educación. Un profesor que se siente despreciado no puede educar; un alumno que se cree ignorado no va a colaborar. Construir ámbitos escolares en donde este encuentro educativo sea el primero de los objetivos es, a mi entender, la condición previa y necesaria para mejorar la educación en la etapa que más necesitada está de mejora. Todo lo demás serán medios coadyuvantes si se da la condición necesaria. Alfons Banda Tarradellas