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Cuidado con la smart city: la tecnología no es lo importante!

Escrito por Jordi Garcia Brustenga el 20/06/2012 a las 20:10:31
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(Gerente de Consultoría en Prysma)

A raíz de una jornada en Viladecans sobre Smart Cities, una de muchas actividades que surgen últimamente en el área metropolitana de Barcelona sobre el tema, quise poner sobre papel algunas ideas críticas sobre esta idea, la Smart City (ciudad inteligente), y el discurso asociado imperante en todos estos foros. A continuación, expongo algunos aspectos en los que estoy de acuerdo y algunos en los que no lo estoy.


 
 
Estoy de acuerdo en que debemos avanzar en la definición de la Smart City. Muchos hablamos, y la mayoría no sabemos muy bien a ciencia cierta que es una “ciudad inteligente”. En la “Hoja de Ruta”, que presentó CTECNO en Viladecans, se viene a definir como el conjunto de estrategias y proyectos de los ámbitos de energía y medio ambiente, movilidad, urbanismo y edificación, servicios urbanos y gobernanza que tienen como objetivo la sostenibilidad económica y medioambiental. Vemos ya proyectos pilotos en estos ámbitos que están transformando de manera eficiente los servicios a los ciudadanos. Pero vemos también, a menudo, que se utiliza el término sólo para dar “glamour” a proyectos que tienen poco de innovadores e inteligentes y que realmente no mejoran la vida de los ciudadanos. En este sentido, el esfuerzo en la determinación de estándares, protocolos, criterios eindicadores objetivos será clave para que no se quede como una teoría sin hechos o una serie de iniciativas sin visión estratégica. Estas referencias, sin duda, nos pueden dar una visión más real y global del impacto (sea éxito o no) de un evento o inversión “smart” en la ciudad.
 
También coincido en que vivimos una época de más ciudad. Somos plenamente conscientes de que hemos entrado en la época de las "ciudades": en poco espacio, se acumula la mayoría de la población, la actividad económica, los conflictos sociales y el efecto sobre el medio ambiente. Se evidencian cada vez de forma más contundente las complejas problemáticas que conllevan estas grandes aglomeraciones. Y la verdad, que el buen uso de las tecnologías será una de las formas de abordar estos retos. Y deberá ser diferente en cada ciudad. Cada ciudad tendría que establecer su propia "hoja de ruta", que responda a la visión que se propone. En concreto, es importante no limitar el discurso de la Smart City a las ciudades globales como Madrid y Barcelona. Hay muchas más ciudades en España y tenemos que hacer la reflexión local también desde su perspectiva, por mucho que baje, en muchos casos, la rentabilidad de los negocios asociados a la ciudad inteligente.
 
No estoy de acuerdo con la visión de la tecnología como finalidad. Toda esta tecnología integrada que desarrollan los "campeones tecnológicos" en el marco de la Smart City no es un fin en sí misma sino un instrumento para la sostenibilidad de la ciudad, la generación de empleo y la calidad de vida de los ciudadanos. A veces veo que se desarrolla la innovación tecnológica en la ciudad, sin tener la menor idea del impacto y los beneficios para la ciudad. Propongo un equilibrio en el debate público sobre la Smart City, complementado el buen relato que se está construyendo a nivel privado, basado en tecnología y negocio, con más relato público, basado en sociedad y política. La ganancia mutua que se dice que se busca entre sector privado y público se entiende sólo, hasta ahora, en función del beneficio o ahorro económico que supone para ambas partes. Falta la explicitación de una visión con las personas en el centro del modelo. El reto y responsabilidad de la política y la administración pública es integrar, en su visión de valor público, este bienvenido empuje del sector privado.
 
Tampoco estoy de acuerdo con la visión de la ciudad como mercado. La Smart City no sólo debe ser el mercado rentable de las personas con acceso a la tecnología punta. Algunas representantes de ciudades ofrecen “su” ciudad como banco de pruebas y como mercado de sus productos. Son los mejores bancos de pruebas y, a menudo, los mejores mercados. Pero no sólo esto. Básicamente, en las “ciudades inteligentes” hay "ciudadanos inteligentes". Por ello, debe reinar un discurso público y debemos esforzarnos para implicar a la ciudadanía en los retos que tenemos como ciudades. Por otra parte, si los nuevos grandes negocios “smart” que genera la vida en la ciudad generan beneficios económicos, es justo que la propia comunidad local pueda aprovecharlos y reinvertirlos en otras necesidades (quizás las de barrios y personas concretas que no podrían recibir los servicios por criterios sólo de mercado). Propongo la obligatoriedad, en los contratos públicos de la Smart City, de presentar memorias de impacto y valor público. Solamente así aseguraremos que las iniciativas de la Smart City estén alineadas con la visión estratégica de ciudad, y no al revés.
 
En resumen, lo primero que hay que definir es un modelo público integral de futuro para la ciudad. Una vez cada ciudad tenga su modelo, confrontado con su realidad actual, será cuando podrá avanzar y, en su caso, incorporar elementos de Smart City en la proporción que considere adecuada. Aunque es importantísima e imprescindible la participación activa de las grandes, y pequeñas, empresas innovadoras del sector tecnológico, defiendo el administrador público como actor complementario y responsable principal de la visión estratégica y el modelo de desarrollo de las Smart City.