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¿Es la tecnología española competitiva?

Escrito por Elisa Robles el 08/01/2013 a las 08:25:29
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(Directora General)

 La consecución de un elevado nivel tecnológico que permita a las empresas ser más competitivas, posicionarse en los mercados internacionales generando mayor valor añadido y, en definitiva, sobrevivir, es el resultado de los esfuerzos orientados a la innovación de múltiples actores: empresas, centros generadores de conocimiento, administraciones públicas y ciudadanos.

           

Se trata, en resumen, de un esfuerzo conjunto en el que España ha progresado considerablemente en los últimos veinticinco años. Si nos centramos en la década pasada –los últimos datos disponibles son de 2010-, la inversión de España en investigación y desarrollo (I+D) ha crecido cerca de 48 puntos porcentuales frente a los 20 puntos porcentuales en el mismo período de la media de la UE – 17, permitiendo un acercamiento importante a los países de nuestro entorno. De esta forma el diferencial, que en 2000 era de 97 puntos básicos, se ha reducido a 67 puntos básicos en 2010.

 

En 2010, a pesar de la crisis económica, el esfuerzo medido en términos porcentuales del PIB se mantuvo sin romper la senda de crecimiento iniciada desde finales de los noventa. Así, el gasto en I+D alcanzó el 1,39% del PIB, el mismo que en 2009 –tras dos años de crisis económica- y cuatro puntos superior al de 2008.

 

Este esfuerzo se ha visto reflejado en grandes fortalezas tecnológicas que ha desarrollado nuestro sector productivo, entre las que podemos reseñar: Las relativas a la economía verde (eficiencia energética y energías renovables, tratamiento de aguas, etc.), donde España es líder internacional en energía fotovoltaica y eólica (1º y 3º del mundo, respectivamente) y cuenta con la mayor infraestructura europea en I+D para tecnologías de concentración solar (la Plataforma Solar de Almería). Igualmente, podemos señalar las tecnologías relacionadas con la gestión integral del ciclo de agua; Destacan también las tecnologías desarrolladas en el ámbito de la ingeniería y construcción civil. No podemos olvidar que la primera empresa del mundo en infraestructuras de transporte es española (Cintra-Ferrovial) o que estamos desarrollando la mayor infraestructura mundial para pruebas de alta velocidad (el Anillo Ferroviario de Antequera); La tecnología española también está bien posicionada en el ámbito biotecnológico y de la salud, con la principal empresa en hemoderivados (Grifols) o con el cuarto puesto mundial en producción científica en el ámbito biotecnológico.

 

Y podría citar más áreas: aeronáutica (nos contamos entre los diez países capaces de diseñar y desarrollar una aeronave), TIC (con el principal operador europeo, Telefónica), en automoción, etc.

 

No obstante la percepción en parte correcta, de que nuestro tejido productivo y nuestra tecnología no son competitivos se fundamenta en la insuficiente extensión de la innovación como estrategia competitiva. A mi juicio, son dos los factores clave que explican la situación: la composición sectorial de nuestra economía y la masa crítica que tiene nuestro sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación, y especialmente las empresas.

 

Del primer punto poco queda por decir. De todos es conocido que el peso de nuestra economía se inclina hacia sectores poco intensivos en I+D+i –poco tendentes a desarrollar tecnología, por tanto-. Por poner un dato, en 2010 las exportaciones de alta tecnología sólo suponían el 4,9% del total[1].

 

Una cuestión menos citada es la masa crítica del sector productivo. El tejido empresarial español se caracteriza por tener más microempresas y autónomos que los países de nuestro entorno, al tiempo que tenemos pocas empresas grandes, la mayoría de servicios, menos intensivas en I+D+i. Con esta estructura, el mayor esfuerzo recae en las pymes (que en España acometen el 51% del gasto en I+D frente al 11% de Alemania o el 19% de Finlandia[2]), lo que supone una menor capacidad a nivel agregado para invertir en I+D+i y desarrollar tecnología novedosa.

 

Por tanto, volviendo a la pregunta inicial, ¿es nuestra tecnología competitiva?, respondería que sí, que en determinados ámbitos lo somos, y mucho.

 

El gran reto al que nos enfrentamos, como sociedad y como país, es extender esas capacidades al conjunto del tejido productivo: lograr que muchas más empresas innoven, que los sectores más tradicionales incorporen la innovación como estrategia competitiva, y conseguir que las empresas innovadoras alcancen mayor masa crítica en conocimiento, capacidades, financiación para que puedan crecer y aborden proyectos cada vez más ambiciosos.



[1] Fuente: INE, 2012. Indicadores de alta tecnología.

[2] Fuente: Eurostat, 2012. Gasto empresarial en I+D por tamaño de empresa y países, 2009