Hace ya algún tiempo que tengo la clara percepción de que todos estamos haciendo las maletas. No quiero decir que todos nos estemos marchando del país (de momento creo que sólo algunos lo hacen) sino que nos pasamos mucho más tiempo fuera de casa. Y no precisamente de turismo. Construyendo, instalando, demostrando, vendiendo, operando, en definitiva trabajando.
No hace demasiado, tener algún colega que había viajado a América, Asia u Oriente Próximo servía para poner un punto de exotismo en la conversación. Ahora parece que todo el mundo va o vuelve de Armenia, Catar, India, Marruecos, Chile, Bolivia o Perú. A veces viajando dos semanas, a veces dos meses, a veces dos años. Y no hace tanto que yo decía que salía de viaje al extranjero cuando pasaba una noche en Londres o en Ámsterdam.
Es una percepción personal pero que comparto con bastantes amigos, sobre todo si se ganan la vida en la industria o en los servicios. A las antiguas vocaciones exportadoras se ha sumado la reciente necesidad de vender en el exterior, y de la noche a la mañana nos han cambiado algunos hábitos personales y algunas estructuras mentales, sin apenas periodo transitorio para acostumbrarnos. No hace tanto al personal se le incentivaba para que se desplazara al extranjero (“condiciones de expatriación”). Ahora puedes encontrarte fácilmente con tener que escoger entre irte a Azerbayán o a tu casa, sin más. De la misma forma, no hace tanto que las ventas en el exterior eran anecdóticas en las cuentas de la mayoría de las PYMES españolas, ahora no hay ninguna que vea su futuro sin que una parte muy importante venga de fuera de España.
La crisis está teniendo como consecuencia que todos nos hemos vuelto unos exportadores agresivos, lo que no deja de ser bueno. Pero con el matiz de que en muchos casos, la necesidad convierte en urgentes cosas que siguen necesitando el mismo tiempo de siempre. Empezar a vender en cualquier mercado exterior sigue costando mucho tiempo, dinero y esfuerzo, sobre todo si empiezas de cero. El negocio está ahí afuera, pero nadie dijo que fuera fácil. Y la competencia es feroz, ya no solo con franceses, alemanes, italianos, americanos o chinos, sino que tus mismos competidores de aquí te los encuentras allá. Es perfectamente posible que en una licitación en Medellín te encuentres a los mismos que el año pasado nos presentábamos a algo parecido en Madrid. La globalización es esto también.
Creo que de esta sólo saldremos siendo mucho más competitivos, en cualquier parte del mundo. También sé que está siendo duro, y creo lo va a seguir siendo. Pero creo que teníamos que pasar por esto, porque nadie puede sobrevivir quedándose en su casa. Posiblemente nos hubiera ido mejor empezando antes, pero en todo caso acabaremos haciendo lo que tenemos que hacer. Y lo que haremos probablemente será lejos.