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¿Hay realmente competencia en España?

Escrito por Fermín Marquina el 17/03/2010 a las 00:33:15
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(Consultor en Queland Consulting)

Recientemente me han planteado esta pregunta y a primera vista me pareció adecuada y sensata pero, pensando un poco en la respuesta, he llegado a la conclusión de que es una pregunta trampa o, al menos, no es la pregunta correcta. Repasemos la pregunta vocablo a vocablo para descubrirlo. Empieza por el verbo "hay", tercera persona del presente indicativo del verbo haber, en su versión impersonal. Por si no fuera suficiente esta expresión del presente se refuerza con un contundente "realmente". Ya no cabe ninguna duda, hablamos de hoy y no valen subterfugios ni ensoñaciones. El problema es que estas dos palabras se ponen en relación con el vocablo "competencia" y es aquí donde no casan los términos, hasta el punto de que muestra una visión reduccionista del concepto por el que se pregunta. La competencia no se mide sólo por el "ser" sino también por el "poder ser", y es precisamente esta potencialidad la que hace que la pregunta no sea la adecuada: la competencia debe analizarse tanto por la realidad de hoy como por la existencia o no de condiciones para que el futuro se desarrolle en un contexto competitivo. No es mi intención escaparme del hoy, pero en definitiva el presente es el resultado de decisiones tomadas en el pasado, donde en un proceso de 15 años se han desarrollado 4 redes móviles, otras 4 redes de cable de ámbito regional y un buen número de operadores fijos, con un creciente nivel de competencia interplataformas tanto para los servicios de voz como los de datos. Es cierto que no todo el territorio nacional tiene el mismo nivel de servicios, ni el mismo número de competidores, por lo que se nos cae también la última palabra de nuestra pregunta: es difícil hablar de competencia en "España" cuando no existe homogeneidad en las alternativas de elección entre zonas urbanas y rurales o, incluso, entre diferentes urbes. Dicho esto, me parece más interesante pensar en el futuro habida cuenta los cambios estructurales que se vislumbran, con el ineludible despliegue de nuevas redes multitecnología y multiservicio y con nuevos agentes que en unos casos complementan y en otros compiten directamente con los servicios que ofrecen las redes. Mirando a este futuro, me atrevo a sustituir la pregunta por otra: ¿qué rol aspiran a jugar los operadores en el futuro de las telecomunicaciones? Su respuesta me parece determinante respecto a si es posible la competencia en el sector y a qué tipo de competencia nos estamos refiriendo. Si se considera que el rol de los operadores debe ser meramente instrumental, de "carrier", posiblemente el modelo más adecuado y eficiente sea aquel que se articule en base a una red única, donde la competencia habría que buscarla exclusivamente en lo que circula sobre la red. En el extremo podríamos equiparar las redes de telecomunicaciones a las de carreteras, construidas por las Administraciones Públicas al margen de cualquier consideración competitiva incluso en ámbitos de fuerte tráfico. Lejos de abogar por ese modelo, los operadores reivindicamos para el futuro un rol protagonista, que sólo puede lograrse desde el convencimiento de que la competencia entre redes es factible en una parte significativa del mercado. En esta carrera todos estamos en la línea de salida sin más barreras de entrada que nuestra propia aversión al riesgo, por lo que más allá de posiciones cortoplacistas que pueden llevar puntualmente a manejar discursos distintos en diferentes circunstancias o países, los únicos interrogantes para los operadores debieran ser qué plataforma tecnológica utilizar en cada sitio y cuál va a ser su nivel de apuesta. Si los Reguladores y las Administraciones Públicas reconocen la oportunidad que representan los operadores como catalizadores y protagonistas del futuro, sólo cabe un interrogante: ¿cuál es el marco adecuado para favorecer que la apuesta de los operadores se materialice en inversiones e innovación? En este contexto, debieran limitar sus intervenciones a los ámbitos donde sean estrictamente necesarias, teniendo especial cuidado en temas como inversiones públicas directas, apertura de redes en favor de agentes no inversores o decisiones que supongan eliminar cualquier tipo de inteligencia en las redes. Para Reguladores, Administraciones y operadores ha llegado el momento de tomar decisiones y actuar de acuerdo con sus propias convicciones para construir la realidad del mañana. Madrid, 25 de enero de 2010