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La empresa en las nubes

Escrito por Joan Miquel Piqué el 17/02/2015 a las 23:37:51
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(Director de Maurilia Knowledge)

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Nubes. En plural. Porque hablar de la nube, o de cloud, en singular, sería quizá demasiado sencillo. Como decir que para las empresas debería ser ya una obligación, cuando no una necesidad imperiosa, integrar las TIC en todos los rincones de su cadena de valor. Eso ya está más que superado, o debería estarlo, y sólo los más prehistóricos se atreven a afirmar que en su empresa la tecnología no es especialmente necesaria, ni para producir, ni para vender. Que tener una página web no sirve de nada. Que para qué queremos un perfil en facebook o en twitter. Que ya se le pasará la moda al mercado, y las cosas volverán a su cauce, al business as usual tradicional que siempre ha funcionado y lo sigue haciendo.

 

Los que lo piensen o lo practiquen, aunque su discurso ya se haya unido al mainstream, allá ellos, ya han dejado de leer este artículo hace muchas letras. No tiene que ver con ellos. Aquí queremos poner un grano de arena que contribuya a reducir (y si se puede, a eliminar, por aquellos del mal de muchos) el nivel de ansiedad de los que ya están jugando a malabaristas, que mantienen girando un montón de platos chinos en lo alto de sus palitos, a pesar de que les cuesta horrores y les provoca una inquietante sensación de desorientación, incertidumbre e incapacidad. Aquellos que no tan solo mantienen una gestión ordenada, coherente y relativamente moderna de su web, de sus redes sociales, que luchan por saber lo que es tumblr, paper.li, quora, scoop.it, para que demonios sirve google+, o tener un perfil coherente en linkedin, un blog con conocimiento valioso y actualizado. Aquellos que ya utilizan entornos de trabajo colaborativos como dropbox (o google drive, o box), que tienen un canal de YouTube o se atreven a subir sus audios a soundcloud, que tienen usuarios activos en slideshare o scribd, que se atreven con el mareante y psicotrópico prezi, que son los más modernos de instagram y los más cool de pinterest. Los que ya han rendido su organización al evernote, al pearltrees o al doodle y no pueden vivir si ellos. Los que casi ya han abandonado el correo electrónico por antiguo, ineficiente y disfuncional, y se ahorran miles de euros, tiempo y kilómetros gracias al skype o el hangouts.

 

Algunas de estas intrépidas empresas ya han llegado más allá del informático, quizá incluso tienen gestores 2.0, y algún que otro millennial que les cura contenidos y les dice a lo que hay que hacerle caso, y lo que no. Que les cuente, por Dios, que dispositivos van a necesitar en los próximos meses, si esto del Internet de las Cosas, los beacons y el bonito Nest nos va a afectar a corto plazo, o si ya nos tenemos que comprar la primera impresora 3D. Que podamos saber si en el plan de formación del año que viene ya habría que meter algún mooc, ni que sea para probar a ver qué resultados da o que plataforma nos funciona mejor.

 

Y en toda esta vorágine DIY que obliga a un bootstrapping constante por los mejores blogs de lifehacking, es normal que la empresa adopte esa actitud erizo que Jim Collins describía tan bien en su famoso libro “Good to Great”: nos hacemos una bola y esperamos a qué pase el peligro… La tecnología y sus consecuencias nos obliga a los empresarios a ser tecnólogos, usuarios avanzados de un mundo que nos revuelca una y otra vez. Hasta dejarnos en las nubes, o a punto del fuera de juego. No es ninguna broma; las empresas, sobretodo la mayoría de las pequeñas, necesitan urgentemente un gestor de la tecnología; no de los servidores y los ordenadores. Sino de la dimensión DIGITAL de la empresa. En mayúsculas.