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La internacionalización, una necesidad

Escrito por Antoni Brey el 12/03/2013 a las 19:53:10
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(Enginyer de Telecomunicació)

Me pide el editor que escriba un artículo breve y me propone un título: la internacionalización, una necesidad. Así, de entrada, y en los tiempos que corren, el lema es de los de ganar adeptos a la primera. Es fácil defender que en un mundo globalizado los mercados han dejado de ser interiores y que la competencia puede llegar desde cualquier dirección pero que, a cambio, las oportunidades que se abren ante cualquier empresa son inmensas. Si bien pueden seguir existiendo algunos negocios de servicios o productos que se beneficien de la proximidad, la parte suculenta del pastel se encuentra, sin duda, en un territorio mucho más amplio. Y en nuestro contexto más cercano, con un país sumido en una crisis de larga duración y el pesimismo instalado a todos los niveles, la opción de la internacionalización se convierte en uno de los principales clavos ardientes a los que agarrarse.

Ahora bien, decir todo eso es, en realidad, una obviedad. Defender, a estas alturas, que la receta mágica para encarrilar el futuro de las empresas es internacionalizar suena a descubrimiento de la sopa de ajo. El que se las dé de empresario pero todavía no lo haya entendido seguramente no merece seguir jugando la partida.

El problema es que esta fórmula magistral la conocemos nosotros y la conoce el resto del mundo. Sin duda, muchas empresas lo están haciendo, pero se requiere esfuerzo, capacidad de inversión, apuesta tecnológica y excelencia organizativa, entre muchas otras cosas.  Seguro que podemos tener muchas de esos ingredientes, pero no nos engañemos, en la misma medida que la mayoría de países, ¿tenemos algún factor competitivo especial? ¿Vamos a ser más listos internacionalizando que el resto de nuestros competidores?

Internacionalizar es necesario, imprescindible, pero solamente es una herramienta que no lleva a nada nada si detrás de ello no hay un buen producto, investigación, calidad y capacidad financiera. El carro detrás del burro, por favor. Y que el burro hable inglés.

Antoni Brey