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La responsabilidad

Escrito por Alexandre Blasi el 12/01/2016 a las 20:20:47
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(Dr. Enginyer Industrial)

Una práctica social habitual es la de responsabilizar a otros de las cosas que nos suceden o también decir esto es para otros y no para mí. No sé si es por cultura, por comodidad, por pereza… pero en general nos falta el sentido de asumir la propia responsabilidad frente a lo que sucede en nuestro entorno. En mi opinión equivocarse individual o colectivamente es un problema cuando no lo queremos ver o no lo queremos reconocer y además responsabilizar a otros de manera continua es un error muy grave. Cuanto antes asumamos nuestra aportación a lo que podemos hacer para evitar errores propios y de nuestro entorno más contribuiremos a su corrección y evitar su repetición aportando valor a la experiencia vivida.

 

He publicado en La Vanguardia el domingo 22 de noviembre un artículo sobre el ejercicio del liderazgo y me han hecho dos comentarios recurrentes en conversaciones, charlas o en alguna clase y que van en la línea de huir de la responsabilidad. En un caso me dicen que mis comentarios son para las grandes empresas y no tengo en cuenta las pequeñas y medianas. En otro caso me comentan que en las grandes empresas las decisiones importantes se toman en las oficinas centrales y por tanto los directivos locales no son responsables de ello.

 

De si el debate es aplicable o no para grandes o pequeñas empresas u otro tipo de organización, es un argumento repetitivo que encuentro en múltiples y variadas circunstancias y a partir de aquí difícilmente se entra en la cuestión.  En el artículo hablo de liderazgo, del debate entre el estilo de liderazgo autoritario o democrático y tomando un artículo de Jack Welch en BusinessWeek de abril del 2006 en el que recomienda buscar un punto de equilibrio entre los dos extremos y además posicionarse justo en este límite pero del lado exigente. Me comentan que esto solo es aplicable a las grandes empresas porque en el artículo cito los casos de liderazgo conocidos que son los de las grandes empresas com Samsung, Apple, Amazon, Sony, Zara,…. Los cito porque son públicos y conocidos mientras que los de las pequeñas empresas se conocen menos aunque también los hay como Avinent, Carinsa,…. Parece que  olvidamos que las empresas grandes han empezado siendo pequeñas, que algunas de ellas no tienen 100 años de existencia, y las han creado personas que en alguno de los casos aun están al mando de la compañía. En mi opinión la distinción que tienen en común entre ellas es que había una intencionalidad de ser grandes, un enfoque a la aportación de valor y en la diferenciación por la excelencia. Este es un camino largo y difícil que quizás algunos temen emprender.

 

En mi opinión, y no lo cito en el artículo e La Vanguardia, este criterio de liderazgo y de ejercicio de la autoridad creo que es válido por extensión al marco de la familia y de la educación de los hijos. La educación de los hijos es un ejercicio de responsabilidad de dimensión enorme y podemos ser amigos de nuestros hijos y eso es bueno pero lo primero es la educación responsable sea de la forma que se interprete por los padres.

 

La pequeña empresa depende de un liderazgo y del estilo de liderazgo. Su inteligencia y perseverancia serán las que a largo plazo garantizaran su supervivencia o su fracaso. Una ayuda o una subvención, para las organizaciones o para los hijos igual, de vez en cuando va bien pero si es permanente se acomodan y lo toman como un derecho adquirido en detrimento de la creatividad y de la superación.

 

Del segundo tema en que los directivos declinan su responsabilidad y cargan contra las sedes centrales de sus matrices me parece otro ejercicio poco elegante de transferencia de responsabilidad. Facilita la vida y descarga la conciencia que digamos que el jefe, nuestro superior jerárquico, es el responsable de todo lo que no funciona en la organización. ¿Pero sí el mérito de lo que si funciona es nuestro, declinamos la responsabilidad de lo que no funciona? ¿Así no nos sentimos culpables?  Muy pocas veces pensamos que también tenemos responsabilidad de que nuestro jefe o nuestros colegas o la sede central no se equivoquen o que no tomen esta decisión que nos perjudica colectivamente. ¿Qué podíamos haber hecho para que esto no sucediera? Claro que esta pregunta genera intranquilidad y no es cómoda. La misma experiencia la he vivido también en China cuando visitando una fábrica de propiedad española y pedir por qué no funcionaba bien una maquina me han respondido que así la han enviado desde la sede y así les han enseñado a operar. Cuando hice ver a los ingenieros chinos que esta máquina era suya y que la rentabilidad de la fábrica era su responsabilidad, con un poco de tiempo y dos reuniones, cambiaron su actitud y resolvieron las dificultades. En otro foro me pidieron que explicara mi carrera profesional en una hora. Al acabar y despedirnos dos de los asistentes me comentaron que yo era el primero de más de cuarenta conferenciantes que en la charla había indicado que había cometido errores. Me es muy difícil entender que nadie no cometa errores sobre todo si ocupa un cargo de mucha responsabilidad donde se toman decisiones importantes continuamente. Naturalmente que no se toman decisiones equivocadas expresamente, prefiero pensar así, y que las tomamos en base a los conocimientos que tenemos en aquel momento más el instinto empresarial. Luego si nos hemos equivocado en la medida de lo posible debemos corregir el error y aprender.

 

Se vive mejor cuando la culpa es de los demás o cuando lo sucedido no va con nosotros. Aquí es muy buena la relación de problema con valores que sostiene  Karl Popper. Nos dice que quien tiene valores tiene problemas. Valora positivamente la palabra problema en contra de lo que nos han señalado como un conflicto desde muy pequeños. Es el caso de observar o conocer algo que no funciona y haber de decidir entre verlo o no verlo. Lo cómodo es no verlo pero también es de una irresponsabilidad enorme y especialmente si ocupamos un cargo importante.  Las escuelas de negocio nos recomiendan maquillar la palabra problema y hablar de retos o de oportunidades. Esto es un simple maquillaje porque el planteamiento para solucionarlo es el mismo y además debemos afrontarlo del modo y con la actitud más positiva posible. Es un tema de actitud además de aptitud. Es como el caso del jugador de baloncesto cuyo equipo ha perdido un campeonato importante pero el está satisfecho porque ha batido su record de encestes. ¿De qué sirve la satisfacción personal si en lo colectivo es un fracaso?

 

La actitud frente estas situaciones es un factor determinante en un entorno competitivo tanto para una gran empresa/organización  como para una mediana o pequeña, y tanto para asumir nuestra responsabilidad com la responsabilidad sobre los demás de nuestro entorno, jerárquicamente superior o no.

 

Alexandre Blasi (Presidente de Mutua Intercomarcal)