Hace unos días, en el curso de una conferencia, comenté el tema de las “comisiones”. Uno de los asistentes, directivo de unos 35 años con formación universitaria, dijo que si a él le ofrecían dinero para favorecer una opción la aceptaría sin problemas. Lo dijo sin ningún tipo de pudor. Hacer estas “trampas” no es ético, no favorece a la sociedad, no es moralmente aceptable, no favorece la organización industrial de la que recibe un salario,…., pero estamos en un sociedad que exalta o defiende a los picaros como en el Lazarillo de Tormes, o a los que entran en el transporte público sin pagar, o al listo que se pavonea de engañar a Hacienda.
A lo largo de mi vida profesional he tenido distintas ofertas y peticiones de oferta de este tipo. De las ofertas no he aceptado ninguna, excepto una vez que negocié a fondo la comisión que me ofrecían para finalmente exigir que lo pusieran en la factura, para gran enfado del proveedor. De las peticiones de oferta he tenido de ceder frente a algún cliente poderoso, limitando al máximo posible su alcance ético irregular.
He tenido otras experiencias como escuchar que las empresas son corruptas, que solo piensan en la maximización del beneficio, que las deslocalizaciones son para incrementar los beneficios, la explotación de los trabajadores, … , que si las bandas salariales o las revisiones a la baja, … . Se habla menos de comprar en otros países para no pagar impuestos, del absentismo exagerado, de los robos de material, la baja productividad, la poca motivación para mejorar la calidad del producto, de las copias ilegales,….. El tema es que son las empresas y en particular las industriales, incluidas las de servicios, las que crean riqueza para un país, las que dan trabajo a través de más capas sociales, las que hacen más I+D,… mientras que otras son fuentes de gasto. Hay empresas y organizaciones buenas y malas, éticas y no éticas,…, como las personas. Somos las personas que hacemos buenas o malas, éticas o no éticas, las organizaciones. Como sociedad al generalizar establecemos un nivel de valores y al tratar a todos, buenos y malos, por el mismo rasero, fomentamos la mediocridad.
Tratar el tema de la ética es tratar un tema que afecta a toda la sociedad. Cada persona con distintos niveles de responsabilidad según sea su posición en la organización, según el ejemplo con el que actúen, según el criterio de justicia organizativa y retributiva que apliquen. Usando la fuente de conocimiento popular, Wikipedia, una sentencia ética, juicio moral o declaración normativa es una afirmación que contendrá términos tales como “bueno”, “malo”, “correcto”, “incorrecto”, “obligatorio”, “permitido”, etc., referidas a una acción, una decisión o incluso también las acciones de quien actúa o decide algo. Cuando se emplean sentencias éticas se está valorando moralmente a personas, situaciones, cosas o acciones.
Un empresa, organización, industrial, pública o privada debe velar por el interés de la sociedad que la compone y la que le rodea. Por un lado están las personas, su organización, su eficacia y eficiencia, su supervivencia,…, y la cuenta de resultados. Por otro hacia la sociedad en general pagando sus facturas a tiempo, sus impuestos, y contribuyendo a su mejora. Quien no paga sus facturas, sus impuestos, y no contribuye a la mejora social, no es ético.
En general, cuando vamos a comprar un producto o un servicio la decisión la tomamos sobre la base de una percepción de la misma calidad requerida al mejor precio. Esta decisión es la normal en el mundo industrial. El precio lo fija el mercado en la mayoría de casos y la competencia es internacional. El directivo/el empresario industrial se enfrenta a una búsqueda permanente por la mejora continua en términos de flexibilidad, velocidad, confiabilidad, calidad, costes, de eficacia organizativa en todos sus aspectos y ello conlleva motivar el equipo de personas que lo rodea, pero también exigir y retribuir con justicia, también seleccionar las personas y evaluarlas y, en el límite despedirlas cuando su aportación a la organización no sea la adecuada. Cito un artículo aparecido en La Vanguardia que se titula “en una organización lo (añado “el”) que no suma resta”. Despedir una persona o un colectivo es el reconocimiento de un fracaso pero que es necesario afrontar y corregir. La empresa/organización industrial que trabaja día a día para mejorar, para estar en el mercado manteniéndose competitiva, cumpliendo con sus deberes ciudadanos y sociales, cuidando el entorno, es una empresa ética más allá de tener la certificación de responsabilidad social corporativa. En este punto cito a la profesora Victoria Camps cuando dice “la ética no es una colección de normas, es una sensibilidad”.
¿El exigir es ético? ¿Hay una ética para empresarios y directivos distinta que la de los empleados? ¿O para los ciudadanos? ¿El concepto de ética es distinto para los europeos o para los orientales? ¿Hombres o mujeres? ¿Políticos o ciudadanos? …. Personalmente creo que es ético exigir primero de nosotros mismos y después a los que nos rodean en términos de comportamiento y por responsabilidad hacia nuestro entorno.
¿Qué es una norma ética o moral? ¿Se deben respetar las reglas? … No todas las normas son justas o ajustadas al entorno que evoluciona, quizás porque vienen de razones históricas o culturales. Desde que se ha limitado la velocidad en las carreteras ha bajado el número de accidentes y desde que se ha limitado el uso del tabaco han empezado a bajar las enfermedades relacionadas con su consumo. Para conseguirlo ha sido necesario introducir unas medidas coercitivas. Si Picasso, Van Gogh o Stravinski hubieran respetado las reglas no tendríamos sus obras de arte. La pregunta es pues qué debemos respetar y lo que no es necesario respetar. En mi opinión tenemos la responsabilidad de cuestionarnos permanentemente lo que es éticamente y moralmente correcto de lo que no lo es, rompiendo o aparcando aquellos paradigmas falsos que por distintos caminos nos han impuesto, y de este modo contribuir a una sociedad mejor y con menos limitaciones artificiales. Ello conlleva asumir el riesgo y la responsabilidad de las consecuencias que todo ensayo conlleva.
En las escuelas de negocios se acostumbra a decir que competir por precio es equivocado, que debemos producir productos de mayor valor añadido, lo que es cierto,…, pero esto lo saben todos los competidores nacionales e internacionales. Si queremos estar en sectores como el automóvil o el de la electrónica de consumo con una gama completa además de buenos y nuevos productos…. Debemos saber pedir o exigir a toda la cadena de suministro y al conjunto de colaboradores mejoras continuamente… según los plazos, a tiempo, los costes presupuestados o más bajos, y con la calidad requerida o mejor. No vale contestar lo tendremos cuando nos venga la inspiración… y debemos ser competentes para exigir lo que al fin y al cabo nos exigen nuestros clientes dentro de los ámbitos de la ética, la moral y la legalidad.
La competitividad para hacerlo mejor, saber hacerlo mejor con eficacia y eficiencia, con lealtad y justicia, sin mentir y sin hacer trampas,…, se debe enseñar y se debe practicar. El sentido moral, ético, se enseña en casa, en la escuela, en la universidad, y se practica y aprende en la vida, y al que no contribuye y al que hace trampas se le castiga.
Alexandre Blasi
Socio CAUDEX PE
www.caudexpe.com
Publicado en la web del Cercle pel Coneixement
Marzo 2013