Es difícil encontrar algún sector económico que no esté afectado por la crisis actual, si bien el efecto en el nuestro sea probablemente menor debido a la dependencia creciente en toda la sociedad de los servicios de telecomunicaciones. No aporto nada nuevo ni original al decir que se trata de una crisis estructural profunda, provocando la necesidad de buscar nuevos modelos que permitan a las empresas ser más eficientes y competitivas en un mercado global. En este escenario, las telecomunicaciones juegan un papel clave para ayudar a mejorar a otros sectores y, sin duda, una oportunidad para evolucionar de manera adecuada con el objetivo de poder afrontar un futuro con garantías.
La evolución continua de los servicios de telecomunicaciones requieren un esfuerzo inversor muy importante por parte del sector, principalmente de los Operadores, los cuales se enfrentan a un descenso de sus ingresos y rentabilidad, ocasionado por la bajada del consumo, por la entrada de nuevos actores y por la presión a la baja de las tarifas. Motivar tan solo el objetivo de bajar los costes para mejorar los precios y no esforzarse en desarrollar nuevas soluciones y servicios innovadores, puede ser positivo para ganar mercado a corto plazo, pero puede resultar una estrategia muy arriesgada a medio plazo.
La necesidad de evolución de los modelos tradicionales debería ser considerada también para nuestro sector, aunque la afectación de la crisis sea menor. Se debería favorecer el esfuerzo inversor necesario, con la participación de todos los que componen el ecosistema, para asegurar la evolución deseada y poder beneficiar a los otros sectores de la economía. La disponibilidad de excelentes infraestructuras y servicios de telecomunicaciones es un elemento clave para asegurar la competitividad, no tan solo de las empresas, sino también de los territorios y países.
En la actualidad parece que Europa haya perdido parte del liderazgo económico que antes tenía y debe competir globalmente con otras regiones con modelos y reglas de juego diferentes, donde se promueven inversiones en redes y servicios de telecomunicaciones, convencidos de ser un aspecto clave para su desarrollo y de la ventaja competitiva importante que les puede proporcionar.
En mi opinión, Un modelo basado principalmente en la promoción de la competencia, donde prima más la cantidad que la calidad, en un sector donde se tiende de manera natural a la concentración, más que a la diversificación, sin favorecer la desaparición de las desigualdades entre territorios y sin buscar el necesario equilibrio entre el que invierte y el que se beneficia, me parece muy arriesgado para asegurar la evolución deseada, absolutamente necesaria para mejorar la competitividad de las empresas europeas.