Vale más hacer y arrepentirse que no hacer y arrepentirse (Maquiavelo 1469-1527)
Aparentemente todo el mundo sabe lo que se debe hacer excepto los dirigentes políticos o los de las organizaciones/empresas. Opinar y decir a los otros lo que se debe hacer es fácil y si no sale bien es porque no lo han interpretado bien. Cuando estás en una posición de responsabilidad recibes consejos en todas las direcciones. Es más difícil encontrar a alguien que te diga “hay que hacer esto o aquello” y que luego te proponga “y además lo voy a hacer”. Pero la responsabilidad es tuya al tomar decisiones, aunque debes tener la capacidad de escuchar, pero hay un tiempo para escuchar (finito) y otro para la acción.
A algunos amigos con los que tengo suficiente amistad para que les pueda hablar con franqueza me he permitido indicarles que dejen de escribir artículos sobre lo que debería hacer el Gobierno para salir de la crisis. Primero porque el destinatario lo más probable es que no lo lea. Segundo porque cada día hay muchos artículos en los distintos medios que dicen cosas semejantes u opuestas. Tercero porque considero que para alcanzar la posición que han alcanzado los dirigentes, algunos méritos y alguna inteligencia deben tener, además de mucha más información. Cuarto que disponen o tienen acceso a muchos asesores muy cualificados que les aconsejan. Naturalmente mis amigos pueden continuar escribiendo y opinando lo que quieran pero si no les doy mi opinión sobre la utilidad de su esfuerzo y su eficacia, reventaría. La lección también intento aplicármela con poco éxito porque se me calienta la boca y la alternativa de callarme me es difícil de asumir.
Este camino de decir lo que deben hacer los demás nos ahorra el hacer a nosotros. ¿Pero mientras que debemos hacer? Últimamente he adoptado la actitud de actuar en aquellos ámbitos en los que puedo influir o cuanto menos me escuchan por obligación o por otros motivos. Procuro que cuando actúo como gestor mi entorno comparta lo que es eficacia y eficiencia, qué es calidad real y percepción del cliente, quién es propietario y quien cliente, que evitemos ambigüedades y definamos parámetros de medición, que verificamos lo que prometemos, que corregimos desviaciones, que mantengamos una actitud de mejora continua,…, buscando la satisfacción del trabajo hecho dentro de las expectativas esperadas y todo ello a pesar de un entorno de pesimismo. Al dar clases intento fomentar el mismo espíritu entre los oyentes activos o pasivos. O todos aportamos seriedad, trabajo, optimismo,…, o pocas alternativas de mejora tendremos. A recordar que en lugar de preguntar “¿Qué puede hacer el gobierno por mí? debo preguntarme ¿Qué puedo hacer yo?; la frase me gusta y en estos momentos me parece oportuna.
En mi opinión lo anterior es válido para todo tipo de organizaciones y emprendedores o dirigentes puesto que si no se tienen indicadores si se deben tener objetivos a alcanzar y con riesgo económico, social y/o político. Los emprendedores, empresarios, líderes, altos directivos que deben asumir la responsabilidad de sus decisiones más allá de sus intereses personales con sentido y dejar de lado el mesianismo que puede sobresalir en algún momento.
El decir a los demás lo que tienen que hacer nos permite culparlos de todos los males que nos aquejan. Esto es una forma de acomodación al esperar que las soluciones las den otros. También nos excusa frente a regulaciones del gobierno en cambio permanente o con carácter retroactivo, cambio de opinión o de criterio de aplicación, a que los políticos de un partido de la oposición prometen lo que harán cuando manden, para no hacer nada cuando vuelven a estar en el poder.
En una conferencia a jóvenes directivos sobre la importancia de eliminar las mermas, uno pregunta qué son las mermas, y en otro caso uno afirma sin pudor que si le ofrecen un “sobre” lo tomaría sin reservas. O tener que escuchar como representantes de estudiantes dicen que los empresarios son corruptos o negar el saludo a un representante empresarial. ¿Cómo hemos podido llegar a esta situación? Estamos alcanzando un nivel de confusión de valores, de trabajo y esfuerzo, increíbles y a pesar de todo no sabemos valorar lo bueno que tenemos, reconocer que hemos vivido por encima de nuestros medios, que debemos reaccionar, primero individualmente y luego colectivamente, como lo han hecho otras sociedades o generaciones frente a desastres sociales importantes, o como lo están haciendo los países emergentes.
Debemos crear fuentes de riqueza real pero ¿Lo estamos haciendo? ¿Creamos empresas? La actitud de defender a los medios de producción está cambiando pero hasta no hace mucho la opinión era que en nuestro país lo que nos convenía era transformarnos en una sociedad de servicios. Esto se dijo en una reunión de empresarios y algunos reclamamos que esto no podía ser así. Los medios de producción, además de otros medios, generan riqueza y pagan impuestos, dan trabajo a todas las capas sociales, permiten o deberían permitir la creación de potentes centros de investigación, dan trabajo a empresas de servicios,…. ¿Cuantos de nosotros estamos dispuestos a invertir, tiempo y/o dinero, en crear empresas? Hago la pregunta directamente, no espero respuesta, no ofrezco soluciones, pero hago lo que propongo, me arriesgo, intento con más o menos acierto predicar con el ejemplo. Emprender representa el riesgo de perder, más probable, o de ganar pero los ciudadanos individual o colectivamente debemos hacerlo si deseamos cambiar nuestro entorno social y económico sin esperar que nos digan lo que tenemos que hacer. ¿Lo hacemos nosotros o lo deben hacer otros?
No soy economista pero reconozco que sin los números como herramienta de trabajo no podría trabajar. Pero por otro lado el dominio de lo económico sobre lo empresarial es un error. Cuando digo lo empresarial lo digo en sentido muy amplio, por ejemplo, el cómo valoramos la intuición de oportunidad de negocio o servicio, y el fracaso y su aprendizaje. Mi duda personal es que si pasa delante de mí una oportunidad de ayudar una empresa que empieza como Amazon, o Apple, o Zara,…, ¿la sabré ver? ¿Podré ayudarla? O simplemente me diré es una idea de locos y que no funcionará simplemente por comodidad. Tengo claro que un hospital público o privado sin una buena gestión económica no tiene sentido, pero si deja de pagar las nóminas o los medicamentos debe desaparecer a un cierto plazo. Pero en su gestión hay mucho más, como es su organización, su modelo y procesos de negocio, su calidad, la gestión de los conocimientos,…, lo que le diferencia de los demás y que difícilmente se puede poner en un libro de cuentas (aunque a la larga si se refleja en los resultados).
¿Dónde está la intuición empresarial o de las organizaciones de todo tipo para emprender? No se enseña en las escuelas. Allí nos dan herramientas, métodos de trabajo, algunas ideas más o menos acertadas,…, pero la intuición es un destilado de la experiencia y de la imaginación.
¿Cómo podemos dar valor al esfuerzo por el trabajo bien hecho? ¿Respetaré al que dedica las 24 horas de su vida al trabajo o lo despreciaré? ¿Aprenderé a valorar la persona que se lo merece y la ayudaré o me limitaré a tratarla de infeliz? Hablamos de Steve Jobs y Apple o de Picasso por hablar de personas, o hablamos de Samsung, por hablar de una empresa. Hay que adentrarse en los detalles y ver que se han dedicado jornadas de trabajo infinitas durante mucho tiempo para conseguirlo.
La aportación individual suele ser irrelevante suponiendo. Pero si somos capaces de crear grupos de trabajo, gente que crea en el trabajo bien hecho, si empezamos a crear pequeñas empresas con ambición de crecer, si asumimos el riesgo del fracaso individual,…, tendremos más oportunidades que si no hacemos nada o esperamos que nos digan lo que tenemos de hacer. Tenemos ejemplos de empresarios emprendedores que en nuestro entorno próximo están haciendo cosas destacables y se me ocurre el caso de Avinent o el de Intermas por citar los que me vienen a la cabeza. Por el contrario no puedo estar de acuerdo con los profesionales de la subvención que van siempre pidiendo la ayuda económica, sin aportar resultados que creen puestos de trabajo y riqueza, aquí ya no me atrevo a dar nombres por prudencia.
En los despachos se puede pensar, organizar y planificar pero falta llevarlo a la realidad y esto se hace en la calle que es una forma de decir el mercado o la sociedad. Podemos diseñar el mejor producto del mundo y su línea de producción pero no existe o no vale nada hasta que no se venda y no esté funcionando en el mercado. Se debe explicar que una cosa es el saber y otra el saber hacer es muy distinto. En las escuelas se nos enseña el saber pero el saber hacer lo debemos aprender nosotros, por el sistema de prueba y error, con más fracasos que éxitos, aprendiendo a levantarse después de cada tropiezo, a gestionar con eficacia nuestro entorno y nuestros recursos,…. El liderazgo va más allá si ampliamos el tema del “saber hacer” al “saber hacer hacer”.
Propongo que hagamos en lugar, o además, de decir a los demás lo que deben hacer. Este hagamos, sea individual o colectivamente, depende de nosotros, de la capacidad de influir en nuestro entorno, asumiendo riesgo y comprometiéndose, liderando,…, los que puedan y quieran.
La manera de hacer es ser. Lao-tsé (570 AC-490 AC.)