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Los tiempos cambian

Escrito por Antoni Brey el 29/10/2019 a las 20:12:37
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(Enginyer de Telecomunicació)

Hace más o menos diez años, cuando vivíamos los inicios de la burbuja del concepto Smart City, tuve ocasión de proponer a los responsables de un ayuntamiento del área metropolitana de Barcelona, por aquellos entonces muy convergente y muy procibernético, la instalación de una red de sensores para monitorizar, de forma continua, el nivel de ruido urbano. Se trata de una temática que acostumbra a aparecer en los primeros puestos de las listas de quejas de los ciudadanos de todos los pueblos y villas del país: los sensores debían recoger datos en los puntos urbanos más sensibles, que serian enviados a través de alguna de las redes inalámbricas disponibles para ser, finalmente, mostrados sobre un mapa en una web municipal cargada de gráficos de colores.

 

Los políticos presentes en la reunión se removieron en sus asientos, inquietos, esquivando las miradas, hasta que, un poco después, dieron una respuesta unánime:

 

  • ¿para qué vamos a poner sensores? Ya sabemos que en la ciudad no se cumplen los niveles de ruido que nosotros mismos en su momento aprobamos, solo nos faltaría ahora ir mostrándolo cada día a nuestros ciudadanos. ¡Que ni locos, vamos!.

 

Como cualquier hacendosa o hacendoso ama o amo de casa suscribiría, para poder enseñar al vecino un armario este debe estar razonablemente ordenado, y parece que no era el caso.

 

Dos lustros después, las mentalidades han cambiado. La moda del Open Data y una creciente presión hacia la trasparencia ante los votantes han propiciado que los alcaldes y concejales no tengan más remedio que enseñar, supongo que en ocasiones a regañadientes, las más recónditas de sus alhacenas aunque, con frecuencia, estén hechas unos zorros. El argumento más común ahora es que disponer de información fiable y masiva permite evaluar la eficiencia de las políticas de mejora a largo plazo que se emprenden en la ciudad. Si el asunto evoluciona favorablemente, ya tenemos medallas que lucir, y convenientemente documentadas. Si no lo hace, pero no empeora de forma drástica, se puede recurrir al socorrido “estamos en ello” y, como mínimo, dispondremos de herramientas para tomar decisiones informadas de cara al futuro. Finalmente, si se constata un empeoramiento de la variable controlada, el camino puede consistir en identificar a un culpable flagrante al que cargar el muerto.

 

Probablemente en esta época de Fake News también podría suceder que alguien decidiera, simplemente, falsear los datos proporcionados por cualquiera de los múltiples dispositivos que van invadiendo el tejido urbano, pero confieso que, por el momento, no tengo constancia de que haya sucedido. Ahora bien, igual un poco de Block Chain nos iría bien aquí.