El paro es una de las consecuencias sociales más dolorosas de la crisis económica. Al mismo tiempo, el paro es una de las losas más pesadas que impide la recuperación económica. Romper este círculo vicioso necesita actitudes e iniciativas nuevas.
Los parados son consecuencia de la falta de competitividad de nuestro tejido (im)productivo que no demanda la juventud mejor formada que hemos tenido nunca, aquella que nos pide Alemania. Un talento que no sabemos aprovechar aquí y que cambiamos por inmigrantes sin formación llegados en patera. Un mal negocio que consiste en mantener nuestra balanza internacional de talento, extraordinariamente deficitaria. ¿Es esto lo que da de sí nuestro tejido empresarial?.
¿Entre tanto que hace el sector público?, como la situación actual de sus finanzas es tan complicada, todas las energías se están enfocando a superar el momento taponando agujeros y como la salida de la crisis es una cuestión de tiempo, la idea es taponar las vías de agua y esperar que la situación cambie para ver que rumbo se toma, es decir, lo de siempre: wait and see. Sin embargo, que el proceso sea lento, no quiere decir que esperemos en la puerta a que pase nuestro propio funeral. Es necesario trabajar sobre el futuro, es necesario definir un rumbo para cuando pase la tormenta.
Para este enorme problema, no existe la SOLUCIÓN, pero hay soluciones y una de ellas es fomentar e impulsar la creación de empresas de alto valor añadido, capaces de ser competitivas internacionalmente. Si el tejido productivo actual no puede crear empleo de calidad, hay que generar otro nuevo y añadirlo al existente. El proceso no dará resultados inmediatos, pero nadie ha dicho que sea fácil y rápido. Además, tenemos muchos elementos en contra en el país, no hay dinero, ni público ni privado, el empresario no goza de prestigio social, existe el riesgo de perder tiempo y dinero, el fracaso es un estigma en nuestra sociedad. Todas son dificultades importantes, sin embargo, quedarse en el pozo mientras se hace más profundo, no es asumible.
Hay elementos positivos: tenemos personas jóvenes (de DNI pero también de espíritu) con empuje, bien formadas y a los que no les importa el riesgo. Al mismo tiempo, si les faltan ideas, hay buenos grupos de I+D con resultados comercializables. También es posible encontrar dinero para arrancar buenos proyectos. Además, hay directivos senior con una gran experiencia en gestionar grandes empresas, incluso multinacionales, que pueden tutorizar a los emprendedores.
Tenemos los mimbres, hay que ponerse a hacer los cestos. Hay experiencias de instituciones internacionales que saben hacer estos cestos de manera eficiente y nos pueden servir de guía para coordinar e impulsar iniciativas emprendedoras. No podemos esperar a tener taponados todos los agujeros.
Ramon Ollé, Executive President, LaSalle BES.
Juanjo Villanueva, Catedrático emérito, UAB.