Nómadas digitales en nuestras vidasEscrito por Adrián Díaz el 02/10/2018 a las 11:54:502654
(Socio de SedeenChina y consultor oficial del Gobierno chino.) Recuerdo cuando de pequeño se hablaba de trabajar desde casa. Parecía un sueño inalcanzable. Hablábamos de ello de la misma manera que lo hacíamos sobre coches voladores. Pero como la realidad siempre acaba superando a la ficción, el mismo día que empezó a tener sentido trabajar desde casa, dejó de tenerlo. Porque si podíamos trabajar desde casa, podíamos hacerlo también desde cualquier lugar del planeta. ¿Para qué quedarnos en casa entonces?
Y de ahí surgió una nueva tribu inter-urbana: los digital nomads. ¿Qué es un nómada digital? Básicamente, una persona que ha logrado desvincular su trabajo de su lugar de trabajo. No lo confundamos con los ejecutivos que viajaban continuamente ni con expatriados. Un digital nomad no es alguien que vive en el extranjero o que viaja mucho, es alguien que viaja si quiere, donde quiere. Y no precisamente porque le sobre el dinero; de lo que rebosa es de alternativas. Gente para la que estar en la flor de la vida no es una cuestión de piel tersa sino de experiencias, de opciones en el menú. Así, los digital nomads son habitualmente millennials, pero no sólo, ligados a sectores relaciones con las TIC y cuyo trabajo pueden ser entregados o evaluado a través de la red. Y cuando decimos evaluado, hablamos tanto de un jefe en el caso de estar trabajando para una empresa como del mercado en caso de estar trabajando por cuenta propia.
La evolución de esta tribu urbana nómada es tal que las ciudades compiten por ser destino, siempre temporal, de oleadas de estos nómadas que aportan talento, creatividad e innovación allí donde desembarcan. Sus necesidades son básicas: sol, precios económicos y conectividad. A partir de ahí, las migraciones masivas provocan eventos de networking, formación y economía colaborativa, etc.
Un sector donde los digital nomads que trabajan por cuenta propia destaca especialmente es el de la venta online. Se acabó aquella época donde para tener una tienda virtual era necesario almacenar en tu propio apartamento y donde los negocios en internet eran poco más que el negocio tradicional de toda la vida, pero sin el local a pie de calle.
Todo evoluciona y la venta online también lo ha hecho. El dropshipping y los programas de afiliación lo han cambiado todo. Si hablamos de dropshipping hablamos de conectar fabricantes con clientes finales sin necesidad de que el producto pase por nuestros almacenes. La globalización nos permite que un nómada digital canadiense, viviendo en Chipre, nos venda a través de un anuncio online un producto que nos llegará desde China. Algo que no consigue ese negocio de proximidad ni las grandes cadenas de supermercados lo consigue un joven cuyo mérito es entender nuestras necesidades y gustos a través de los rastros que dejamos en internet. Por supuesto la inversión en publicidad corre de su parte. La fábrica pone el producto y lo envía donde se le dice.
En el caso de los programas de afiliación, vamos un paso más allá. Es tan valiosa la labor de estos “autónomos” expertos en conocer nuestros patrones de conducta, que grandes empresas y cadenas internacionales contratan sus servicios para que dirijan al público a sus webs. Si en el caso del dropshipping, venden un producto, con los programas de afiliación, el producto somos nosotros. El denominador común es ese clic en el anuncio con el que nos acercamos más y más a la ansiada conversión: la compra. Y esa gran empresa, la más famosa actualmente sería Amazon, pagará un porcentaje de la venta al intrépido que logro redirigirnos a su web.
La próxima vez que realice una compra online pregúntese dónde vio el primer anuncio. No es necesario que entienda el fenómeno digital para que forme parte de su vida. Hay unos cuantos millones de expertos digitales, muchos de ellos nómadas, que ya le han incorporado a usted a la suya para poder obtener ese valioso clic. Noticias Relacionadas:Comité de Sabios prevé un «nuevo Renacimiento» gracias a la digitalización del patrimonio cultural europeo Igualdad entre lo digital y lo tradicional |