Ondas, ondas y más ondasEscrito por Raimon Balart el 12/09/2008 a las 19:04:022120
Ondas, ondas y más ondas, electromagnéticas, por supuesto (y artificiales, debiera añadirse) se están convirtiendo en compañeros inseparables de la humanidad al albur de nuestro reciente y progresivo desarrollo tecnológico. Aunque la manida Internet se cite como cima y símbolo de la Sociedad de la Información, bien se podrían elevar las comunicaciones electromagnéticas a los altares de la misma. Ondas cuya manipulación permite literalmente llevar a cabo la mayoría de las "telecomunicaciones". Esto es, la sorprendente conexión en tiempo real entre persones u objetos ubicados en lugares remotos, se hallen fijos o en movimiento. Aunque toda bondad tiene su reverso. Las ondas electromagnéticas llevan de fábrica una tara inquietante que a menudo se antoja insuperable: la invisibilidad. A fuer de invisibles pues, no parecen obtener el merecido reconocimiento que sin duda se les debe. Antes al contrario, una parte de la sociedad ha decidido injuriarlas sin demasiados miramientos (léase motivos razonables) e incluirlas en el creciente catálogo de las llamadas tecnofobias, justo al lado de los transgénicos y por encima de los bocadillos envueltos en papel de aluminio. En la medida en que los campos electromagnéticos son un fenómeno "intangible", a cuya existencia sólo podemos acercarnos indirectamente (pocos conceptos son más inaprehensibles a la mente) y en la medida en que, pese a ello, la ciencia los ha domesticado, trocándolos en medio de transporte de información, ¿no merecerían las radiocomunicaciones ese podio simbólico de la Sociedad de la Información? Véase si no lo siguiente: ahora mismo, estoy conectado a la Gran Teleraña Mundial mediante un módem virtual blue tooth que utiliza el sistema 3G de mi teléfono móvil. Antes, en el coche, mientras conducía distraídamente, un mar de ondas me acompañaba en el viaje: las de la radio FM, las del GPS del navegador, las del blue tooth del loro manos libres y las del mismo teléfono móvil. Solo por hablar de las ondas que, bañando mi entorno sin piedad, me proporcionaban alguna utilidad en ese momento... ¡Benditas emisiones electromagnéticas que Dios provino! y que nos traen a casa esas bonitas imágenes de Marte que naves controladas remotamente, mediante ondas electromagnéticas, por supuesto, nos envían desde lo más profundo del espacio. Alabado sea el control de los campos de los miles de imanes que aceleran a la velocidad de la luz unos átomos que en Ginebra engullirán en breve el universo conocido en algún inesperado agujero negro... Olé por las ondas que guían los aviones a buen puerto, por las que evitan robos en los supermercados y colas en los peajes y por las que tienen debidamente controlados a delincuentes peligrosos. Desde luego, la lista sería suficientemente larga y meritoria para rendirles público homenaje resarciéndolas del mal nombre que un montón de horribles y amenazantes artefactos, conocidos como estaciones base de telefonía móvil, les ha legado. Rompamos aquí una lanza por el señor Maxwell y sus ecuaciones, y por la ciencia mágica de lo invisible que nos hace más cercanos, más seguros, más prósperos y productivos y más sociedad en red que ningún otro invento, pasado o reciente. Raimon Balart Ingeniero de Telecomunicación |