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Pensiones, penúltimo asalto (2)

Escrito por Mª Teresa Pascual Ogueta el 14/01/2014 a las 21:38:04
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(Ingeniera de Telecomunicación y escritora)

Desde hace más de veinte años se intenta por todos los medios que los ciudadanos contraten un plan de pensiones privado. Aunque ahora es un momento especialmente propicio para promover estos productos porque la situación económica es difícil, las previsiones  pesimistas sobre el sistema público de pensiones no han cesado ni siquiera en los años en que hubo superávit en el sistema. 

 

El origen de este interés está en que si el sistema público de pensiones cumple la función para la que fue diseñado, los planes privados tendrán un éxito limitado. Los planes de pensiones eran un producto poco exitoso para los bancos españoles, que se quejaban de encontrarse en desventaja respecto a sus pares de otros países. Se inició entonces una campaña que permanece hasta ahora por la que se transmite que el sistema público no es sostenible. Además de los mensajes recurrentes sobre las debilidades del sistema público, se crearon determinados beneficios fiscales para quienes pusieran su dinero en un plan privado. 
 
 
A partir de ese momento se produjo un crecimiento espectacular en el mercado de  estos productos. Pero entonces las aseguradoras vieron que su negocio se tambaleaba porque muchas personas, para acogerse a esos beneficios, en vez de contratar seguros, contrataban planes de pensiones. El gobierno atendió esa petición y aparecieron los Planes de Pensiones Asegurados (PPA). Tienen las ventajas y condiciones de los planes de pensiones, pero un PPA es un seguro. 
El miedo está servido por campañas y artículos recurrentes sobre los problemas del sistema público y estas informaciones  se acompañan siempre de las soluciones que proponen bancos y aseguradoras. 
 
 
El sistema público de pensiones, como todo sistema destinado al largo plazo, necesita adaptaciones y reformas, pero la solución que se adopte, de todas las posibles,  dependerá del objetivo que se quiera conseguir. Teniendo en cuenta los mensajes, parece claro que la intención es que el sistema público de pensiones deje de cumplir la función que ha venido desempeñando hasta ahora. 
 
 
Todo lo que sigue se refiere a las pensiones contributivas, que son las que reciben, cuando se jubilan, las personas que han cotizado por este concepto a lo largo de su vida laboral. Estas pensiones derivan exclusivamente de las cotizaciones de los trabajadores y de los empresarios que los contratan. Pero esas cotizaciones empresariales son en realidad salario del trabajador que el empresario recauda en su nombre. Este matiz es importante porque la llamada “caja de las pensiones”, que se llena con esas cotizaciones y que se debería emplear exclusivamente para pagar pensiones contributivas, tiene menos de lo que debería tener porque se ha gestionado de forma diferente a la prevista (http://www.caffereggio.net/2012/10/09/asalto-a-la-caja-de-pensiones-de-john-muller-en-el-mundo/). 
 
 
También es fácil  entender que, si se “perdonan” las cuotas empresariales o si éstas se  rebajan, se está rebajando también el “salario” recibido por el trabajador y dinamitando el sistema de pensiones públicas. Si en el sistema no se ingresa  lo que está estipulado, la cantidad disponible para para pagar las pensiones contributivas será inferior a la prevista.  Si el gobierno quiere favorecer la creación y la viabilidad de las empresas, las ayudas deben venir de otra partida presupuestaria, pero no de las aportaciones que se hacen desde los propios trabajadores para pagar las pensiones contributivas. 
 
 
Es importante señalar que el empeño en decir que es un sistema de solidaridad intergeneracional contribuye a la confusión. Se transmite el mensaje de que los pensionistas viven a costa de los que ahora trabajan y eso no es cierto. Viven de lo que han cotizado durante muchos años. El sistema puede necesitar  ajustes y una mejor gestión del patrimonio creado por las cotizaciones, pero eso no tiene que impedir que siga siendo público porque, no nos engañemos, los planes privados no son la panacea. 
 
 
Mª Teresa Pascual Ogueta
Ingeniero de Telecomunicación