Podemos: la amenaza o la oportunidad del bipartidismoEscrito por Mario Agudo el 03/03/2015 a las 19:57:464242
Podemos es quizás el partido político que ha alcanzado el éxito más fulgurante de la historia de la democracia española. A los cuatro meses de haberse constituido consiguió 5 escaños para las elecciones al Parlamento Europeo, un 7,98% de los votos. Su crecimiento se ha consolidado hasta que, a día de hoy, las encuestas lo colocan como primera o segunda fuerza en intención de voto, desbancando al PSOE, cuyo futuro se tambalea entre las disputas internas y la indefinición programática.
El objetivo de Podemos está claro: convertir la indignación ciudadana que nace en el contexto del movimiento 15M en un cambio político, tal y cómo reza el nombre del manifiesto que se ha considerado el punto de arranque del partido: Mover ficha, convertir la indignación en cambio político, firmado por un nutrido grupo de intelectuales y publicado en Público el 12-13 de enero de 2014.
Podemos pesca en las turbulentas aguas de la crisis económica, institucional y de valores que inundan no solo España, sino también buena parte de los países europeos, especialmente los del sur. Lo hace de forma hábil, tirando de los recursos que han garantizado el éxito de otros partidos políticos o movimientos sociales en circunstancias semejantes en otros momentos de la historia. Un discurso dirigido a las emociones más que a la reflexión, en el que observamos alguno de los once principios que utilizara Joseph Goebbels, el ministro encargado de la propaganda nazi: principio de la simplificación y del enemigo único (la “casta”), principio del método del contagio (los adversarios se han de unificar en una suma individualizada), principio de la orquestación (reducir el mensaje a unas ideas claras y escasas que se repiten hasta la saciedad), principio de la unanimidad (hacer ver que lo que se dice es lo que todo el mundo piensa) o principio de la verosimilitud (construir argumentos favorables en base a fuentes diversas, aunque no tengan relación).
Los que en su momento criticaron al movimiento 15M por no organizarse y cristalizar en una propuesta política, ya la tienen sobre la mesa y, por lo que parece, lanzando un órdago a la grande. Está claro que Podemos no es el grupo de frikis al que se refería Pedro Arriola, sociólogo afín al Partido Popular, sino un hábil jugador de mus que va utilizando sus bazas con maestría. Han sabido dar con la tecla del descontento para conseguir un importante éxito electoral, cosa que parece sencilla, pero no tiene nada de banal. Desdeñar su potencial es desdeñar también a las personas que, ilusionadas, han depositado su confianza en ellos.
De amenaza a oportunidad
Hasta aquí, la lectura de lo sucedido es más o menos lógica. Pero ahora cabe preguntarse cómo un partido que apenas tiene estructura para concurrir a las elecciones generales, es considerado por medios de comunicación y partidos políticos rivales como una amenaza tan importante que ha pasado a convertirse en el objetivo de todas las críticas, copando la agenda informativa de una manera verdaderamente obsesiva: Podemos es el chavismo, es el pérfido Irán, es la corrupción personificada, es el enemigo rojo o el mismísimo Leviatán.
Sin analizarlo profundamente, uno podría pensar que Podemos despierta un sentimiento de pavor entre sus rivales políticos y en ciertos sectores de la sociedad, lo que genera esta virulenta reacción del aparato mediático. Pero reflexionando fríamente sobre la situación, se puede llegar también a la conclusión de que ese miedo no es generado por el nuevo actor, sino inoculado por los viejos protagonistas de la escena política.
¿Podría haberse inflado el efecto Podemos con algún fin? Fortalecer virtualmente a un enemigo puede venir bien para aunar esfuerzos ante el temor que despierta. En el seno del Partido Popular siempre se ha barajado la cifra de 9-10 millones de votantes como la clave para ganar las elecciones. La presente legislatura ha desgastado mucho al gobierno de Rajoy ante sus votantes tradicionales: incumplimiento de promesas electorales, retirada de la ley del aborto, tibia actitud ante las amenazas secesionistas y escándalos mayúsculos de corrupción han hecho temer a los dirigentes de Génova por una pérdida importante de votos. Es por ello necesario un “feroz” enemigo que haga volver a los indecisos al redil, de manera que el voto de derechas, que no se va a ir a Podemos, pero sí podría irse a Ciudadanos o UPyD, se convierta en un voto útil para evitar que Pablo Iglesias llegue al poder. Por otro lado, un escenario con la izquierda fragmentada es ideal para el PP, siempre y cuando entre PSOE y Podemos no alcanzaran una mayoría que podría poner sobre la mesa de juego un hipotético pacto de gobierno que, a día de hoy, considero altamente improbable. Está por ver dónde va a parar Tania Sánchez, la candidata de IU a la presidencia de la Comunidad de Madrid, que ha dejado tirado a su partido para iniciar una nueva aventura, pero sobre quien la sombra de Podemos está muy presente.
Por esta razón, lo que inicialmente era una amenaza para el bipartidismo, se ha podido convertir para los expertos de Génova en una oportunidad que explotar para recuperar votos perdidos o indecisos, al tiempo que también trata de minar el crédito de su adversario político, Podemos, cuya credibilidad se ha puesto en entredicho con casos como los de Monedero o Errejón. Está claro que un partido que tiene abierto un caso como el de Bárcenas, no debería tener autoridad moral ninguna para reprochar irregularidades fiscales o de financiación a otro partido, pero para la política no hay memoria y, cabría decir, ni vergüenza. Aunque la jugada del ataque sin cuartel podría tener un efecto boomerang, nunca se sabe.
¿Cómo podría beneficiar el efecto podemos al PSOE? Es difícil de descifrar, porque el PSOE está sumido en una importante crisis interna, con un candidato recién elegido que ya está en entredicho y con una indefinición que puede costarle muy cara de no atajarlo de inmediato. No veo a un PSOE capaz de movilizar a votantes desencantados, sencillamente porque Podemos está tratando de ocupar, de forma hábil, el espacio de la socialdemocracia.
El partido de Pablo Iglesias, en una apuesta arriesgada, ha vinculado su futuro a Syriza. Un partido con un planteamiento ideológico semejante, pero una trayectoria diferente, pues ya llevaba diez años en funcionamiento y estaba gobernando en el Ática, la región con más población de Grecia. Aunque no lo reconozcan, la presencia de Pablo Iglesias en la víspera de las elecciones al lado de Tsipras, ha hecho que la opinión pública española valore los próximos acontecimientos que ocurran en el país heleno como un termómetro de lo que ocurrirá en España si Podemos llega al poder.
Por otro lado, el azote de la “casta” parece adoptar comportamientos de la propia “casta” que ha denunciado. Uno no puede presentarse como adalid de la regeneración si luego tiene actuaciones poco claras, independientemente de que sean fruto o no de una campaña en su contra. Monedero ha cambiado su versión de los hechos en varias ocasiones y el apoyo incondicional de Iglesias recuerda al cierre de filas que ya hemos visto en ocasiones pretéritas.
Las espadas están, por tanto, en todo lo alto, la guerra política está totalmente desencadenada. La carrera es de fondo y el postureo de los contrincantes tendrá fisuras. ¿Se diluirá el efecto Podemos? Todavía queda tiempo para las elecciones, por lo que la situación puede variar considerablemente. Solo nos queda observar, reflexionar y elegir. Lo que nos depare el futuro será, en buena medida, consecuencia de lo que hayamos votado. Mario Agudo Villanueva |