Con tropezones importantes en su camino, tanto técnicos como sociológicos, El teletrabajo se va convirtiendo en algo normal en muchas empresas e incluso en organismos públicos (como el departamento de Justicia del Gobierno Vasco)
El teletrabajo tiene una alta dependencia de la tecnología, y de la facilidad de acceso a esa tecnología, no funciona igual tu modem USB en Barcelona que en una casa rural de Palencia, en donde las coberturas de la telefonía móvil son tan diferentes. Esa relación con la tecnología hace que la relación empresas TIC – teletrabajo sea natural y fluida, al menos en una mayoría de casos. Para empezar el trabajador TIC está familiarizado, más que otros, con la tecnología de comunicación necesaria para el teletrabajo, sin embargo también sufren los mismos problemas derivados de la forma de relación laboral.
Las últimas tendencias en este campo tratan de encontrar un punto idóneo, pues no podemos considerar teletrabajo el trabajar desde el PC cuando llegas a casa ni parece que de buenos resultados un 100% de la jornada a distancia. Los expertos hablan de un máximo de 3 días a distancia y 2 en la oficina por cada semana. ¿Por qué? Porque trabajamos en equipo (mejor o peor) y nuestra alma sigue siendo humana y trabaja, vive, entre personas con contacto directo, así muchas empresas empiezan a hablar de “trabajo flexible” más que de presencia o teletrabajo.
El teletrabajo que sin duda permite una conciliación mejor de la vida profesional y familiar, que es más sostenible porque reduce la huella de carbono de las organizaciones al ahorrar desplazamientos, que incrementa la productividad porque los trabajadores seleccionan las horas más productivas para su trabajo (búhos o alondras), tiene como contrapartidas la pérdida del contacto humano y, para mí la clave principal, la pérdida del aprendizaje que se produce en las áreas comunes de las empresas (desde las “campas” de consultores a las “maquinas de café” de todo taller u oficina) en las conversaciones, formales e informales, que entre los compañeros se producen. No es menor tampoco la necesidad de una voluntad y disciplina personal que no todo el mundo tiene.
Pros y contras, parece que nos llevan a ese esquema flexible (desarrollado por ejemplo por Kellogs) que comparte ambas formas de trabajar. Las personas de las TIC pueden segmentar sus jornadas laborales entre los trabajos de desarrollo, más técnicos y aún personales, con los trabajos de creación, de intercambio de ideas, de revisión, de charla en la que cuestionar lo que hemos hecho hasta ese momento. No parecen capaces de suplir los medios técnicos (skype, por ejemplo) a ese contacto directo y humano que permite un pensamiento creativo grupal, casi tribal.
La gestión de esta jornada flexible se enfrenta en el sector TIC a los mismos enemigos que fuera de él.
- El presentismo de directivos y trabajadores, ambos parecen creer que quien más horas está, mejor lo hace, pero sobre todo ambos parecen pensar, unos y otros, que el que se marcha a su hora o es un caradura o un vago.
- La madurez de los propios trabajadores a la hora de gestionar su vida, como su propia empresa, sin la “comodidad” de la disciplina.
- Las dificultades del trabajador para desarrollar su función en su propio domicilio, en donde no siempre se reúnen las condiciones físicas y humanas que permitan el trabajo eficiente.
- Lo difícil que es para algunos directivos gestionar sus equipos en base a objetivos, libremente desarrollados después, que no solo son difíciles de definir, sino que implican un análisis profundo de cada empresa y cada actividad, cosa que no siempre el directivo sabe/puede hacer.
Frente a los inconvenientes el teletrabajo, como opción de un esquema flexible, va a permitir incrementar la productividad (menos distracciones y en muchos casos un ambiente favorecedor), desarrolla una mayor conciliación de las responsabilidades familiares y laborales, colabora en la retención del talento más joven (más proclive a valorar este aspecto y, por desgracia, más proclive también a seguir las reglas de flexibilidad con dificultad).
También es interesante resaltar la integración natural de esta metodología de trabajo en esquemas de certificación, desde el reconocimiento de Empresa Familiarmente Responsable, que otorga la Fundación Más Familia con ayuda de las primeras certificadoras como AENOR, a la nueva norma RS-10 de responsabilidad corporativa y desde luego como metodología integrable tanto en normas de gestión de calidad tipo UNE EN ISO 9001 como en normas más especificas como las de seguridad de la información (con las prevenciones necesarias) como la UNE EN ISO 27000.
El sector TIC debería de ser uno de los líderes que conduzcan la extensión racional del trabajo flexible, principalmente porque este sector se verá beneficiado de su extensión a la sociedad, y como dicen por ahí: “si quieres que te sigan, ponte el primero”.
Serafín Carballo
Prysma Calidad y Medioambiente