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Trabajo ¿No hay para todos?

Escrito por Mª Teresa Pascual Ogueta el 21/10/2014 a las 20:27:47
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(Ingeniera de Telecomunicación y escritora)

Quienes al finalizar los años ochenta  trabajaron en la tecnología de vanguardia tuvieron la ocasión de ver el aumento espectacular de la productividad en muchos ámbitos, pero en particular en el propio entorno tecnológico. Procesos que necesitaban dos días pasaron a ejecutarse en minutos. La productividad crecía de forma espectacular y ya no era necesaria tanta dedicación para conseguir los mismos resultados. Apareció toda una corriente social que proclamaba que, en poco tiempo, ya no sería necesario trabajar tantas horas, que se crearía la sociedad del ocio. Por fin se conseguiría trabajar para vivir y no vivir para trabajar. Eso obviamente no ha ocurrido ¿qué ha pasado entonces?

 

El beneficio conseguido con el aumento exponencial de la productividad se lo quedó solo uno los participantes en el proceso productivo. La otra parte, la que pone la inteligencia, el conocimiento y el esfuerzo personal, experta en tecnología en este caso, vio con sorpresa que su trabajo pasó a ser más estresante y además las horas de dedicación al trabajo  aumentaron.

 

Debido precisamente a las posibilidades de la tecnología, la presión ahora es mayor para el profesional porque las respuestas a sus acciones son más rápidas y eso genera nuevas intervenciones y reacciones  en un movimiento sin fin. Además, la tecnología permite que no se necesite un lugar determinado para trabajar, cualquier lugar es viable. Tampoco hay un tiempo específico, cualquier momento es bueno. La publicidad lo vendió y lo vende todavía diciendo que se puede trabajar en todo lugar, en todo momento. La evidencia dice que no es cuestión de poder, o sea de elegir cuándo y dónde trabajar, sino que la realidad empresarial obliga a hacerlo en todo momento y lugar. No hay opción. Muchos tardaron en darse cuenta de que el teléfono móvil que ofrecía la empresa no era síntoma de estatus y que tampoco lo era el portátil. En realidad,  esa tecnología fantástica está invadiendo cualquier resquicio de intimidad.  

 

Desde entonces el fenómeno no ha hecho más que aumentar. Se trabaja más por menos y en una pirueta astuta para quienes la proponen, los profesionales se hacen autónomos o becarios.

 

El problema no es la tecnología que permite obtener más con menos esfuerzo, la cuestión está en quién la controla y en quién  gestiona los resultados y las ventajas que ofrece. La experiencia nos dice que quienes tienen ese poder imponen las condiciones de acuerdo a sus intereses.

 

Hay un ejemplo muy simple y paradigmático. Cuando el aire acondicionado no era un elemento habitual en los edificios, en España era normal que en verano se trabajara solo por la mañana. Desde que ya no hace calor en los entornos de trabajo, en verano se tiende a tener la misma jornada que en invierno. Es decir, más horas de trabajo, mayor productividad y mayor beneficio, pero solo  para una de las partes que participan en el proceso de generación de riqueza.   

 

No es el trabajo lo que hay que repartir, sino el beneficio que ese trabajo produce. La tecnología se está utilizando para aumentar el retorno de la inversión monetaria y para endurecer las condiciones de quienes contribuyen a esas ganancias. Hay otra inversión, la que las personas realizan en formación, dedicación y esfuerzo que no están obteniendo los rendimientos que les corresponden. Hay mucho trabajo por hacer y muchos beneficios por obtener. No, no es el trabajo lo que hay que repartir.